El Dr. Carlos Arrizabalaga Lizárraga, quien es docente en la Facultad de Humanidades y también se destaca como director de publicaciones en la Universidad de Piura, presentó su libro titulado “Los nombres de Piura” durante la III Feria del Libro. Este libro aborda la historia de Piura, y su testimonio más antiguo y directo se remonta a lo proporcionado por Francisco de Xerez (o Jerez) en el año 1535.

A propósito de ello el Dr. Arrizabalaga ha escrito el siguiente artículo:

Toponimia piurana

Jacobo von Tschudi (1818-1889), en referencia al Diccionario de Mariano Paz Soldán (1877), señalaba que los ríos de la costa norte tenían nombres “que corresponden principalmente a la lengua yunga o mochica”, por lo que advertía de la imprudencia de derivarlos forzosamente del quechua.

En esa época la etimología se convirtió en una afición erudita que tuvo no pocos seguidores. Uno de ellos fue el polígrafo limeño José Sebastián Barranca (1830-1909) publica diversos trabajos algo aventurados sobre el origen de las lenguas americanas y sus etimologías.

La escasez de información y el complejo panorama lingüístico de la zona siguen dificultando hoy en día el establecimiento seguro no sólo de la interpretación de los términos sino incluso su adscripción a alguna de las varias lenguas que se hablaron en estas regiones norteñas, es decir, quechua, mochica, sec, tallán, olmos y culle.

La onomástica andina cuenta con estudios relevantes del profesor Rodolfo Cerrón-Palomino y de otros, por lo general menos rigurosos, de diversos especialistas y de no pocos aficionados. Ese tipo de esclarecimiento requiere conocer las lenguas andinas (quechua y aimara), y la consulta de fuentes de archivo y obras históricas y lexicográficas diversas, no siempre fáciles de hallar. La onomástica norperuana requiere por su parte conocimientos del mochica y de las lenguas tallanes.

En la región de Piura apenas contamos con una breve nota de Martha Hildebrandt (1950) en la que señala la abundancia de topónimos con finales con la forma [-rá] o [-lá]: Suipirá, Huangalá, Letirá, Cucungará, Macará, Tangarará, Simbilá, Tacalá, Chalacalá.

Ese elemento también se antepone: Lachira, La Ala (antiguamente Lala), Lalaquiz y aparece también en La Solana que pertenece al distrito de Alamor y en Terela.

Posiblemente se puedan relacionar con la forma átona de otros nombres: Talara, Nómara, Sechura, Nunura. Como ya Zevallos Quiñones (1944) había señalado, hay además toponimia que podríamos identificar como propia de grupos tallanes en lugares distantes como Chachalá (en Chota), Chanchalá (en Olmos), Chanchalalá (en Penachí), Pucalá y Añañalá en Chiclayo y Pachincalá en Lambayeque. Decía entonces Jorge Zevallos:”No puede llamarse puro azar la abundante correspondencia toponímica que existe entre el norte del Perú y otras tierras lejanas.”

El panorama que ofrece la toponimia norteña es complejo. Los nombres que recibe el río Piura bastarían para hacer un completo repertorio idiomático.

El río Piura nace como río Huarmaca en la provincia de Huancabamba y en cerro Sorogón (a 2680 metros de altitud); luego toma el nombre de río Canchaque, el cual al unirse con el río Bigote cambia de denominación por el de río Piura. Su cuenca se extiende sobre 16,413 km2 con una descarga tan irregular que es conocido como “río loco”.

En las crónicas se menciona como río lengash, ‘río inestable’ según una interpretación de Manuel Yarlequé (1922) que recoge Jacobo Cruz, pero que no puede ser defendida, como señala muy bien Reynaldo Moya Espinoza, por ningún argumento válido.

No sabemos si el nombre de “lengash” podría ser tallán. El término Sorogón muestra el elemento culle con (en la variante: gon), que significa ‘agua’, y es común a muchos topónimos de origen culle de varias zonas de Cajamarca y Huamachuco: Topogón, Llaullagón, Melgón, Chusgón, Pushagón… Igualmente, Huarmaca presenta el elemento de la lengua culle: maca ‘colina’, ‘cerro bajo’.

Igual hay muchos topónimos similares también en las serranías más al sur: Cruzmaca, Sycamaca, Llangamaca, Urumaca… Tal vez Sechura y otros topónimos como Nunura, Pisura y también Máncora podrían interpretarse desde la lengua culle, que presentan el vocablo uram, ‘río’, tal como se señala en la tabla del obispo Martínez Compañón. O podría ser una simple coincidencia.

Igual el río Chira se llamó también Turicara (Vega se equivoca y dice Turicarami), según Francisco de Jerez (1535), que llama La Chira al cacique, y no al río, el mismo que Estete llama “río de Tallana”. Por supuesto, antiguamente se confundían con frecuencia los nombres étnicos y geográficos, como por otro lado ocurre también hoy: el cerro Vicús permitió que los arqueólogos dieran el nombre a los antiguos artífices de una cerámica singular, a los que se les llama “los antiguos vicús”, aunque no consta que ese nombre haya servido para identificar a ningún grupo étnico o lingüístico en el pasado.