Las frazadas de tigre viven en el imaginario colectivo de los peruanos, y en cada invierno vuelven a ser recordadas y mencionadas debido a que se volvieron infaltables en cada hogar para combatir el frío, y es que esta pesada cobija pica, pero abriga como ninguna.
También puedes leer:
|Blanquea tus dientes con fresas y bicarbonato en 5 pasos
|Aprende a preparar la riquísima sopa de novios
Los precios de las frazadas van desde los 40 soles.¿Dónde se crearon? ¿Se siguen produciendo? Muchas interrogantes envuelven la mítica cobija, puesto que si tienes una, de seguro es una herencia familiar. Respecto a sus orígenes, estos aun son inciertos. Una de las teorías más aceptadas es la que pone a México como su lugar de origen.
Su origen
Según Pictoline, las frazadas de tigre eran fabricadas por la empresa Cobertores San Marcos, en alusión a un barrio en Aguascalientes.
Según el portal web, hace más de 40 años, Jesús Rivera Franco tenía el sueño de fabricar una cobija «que todo mexicano pudiera amar». Así, en un viaje a España, descubrió un material para lograrlo. Después de cinco meses y miles de intentos, las frazadas con diseños de tigres, leones, caballos y príncipes aztecas cubrieron México y el extranjero.
Sin embargo, como sucede con diferentes productos exitosos, la competencia y las imitaciones asiáticas se adueñaron del mercado, lo que provocó bajas en sus ventas. En 2004, la empresa quebró y fue el año en el último cobertor original San Marcos salió de esta fábrica.
En Perú
Volviendo al Perú, se dice que los primeros modelos surgieron de la tradicional Fábrica de Tejidos Maranganí, en el Cusco, especializada en este tipo de mantas que pesan más que el colchón, como bromeaban los abuelos. El rastro más claro, sin embargo, está en Lima, exactamente en la tienda Santa Catalina, que hasta el día de hoy es la distribuidora oficial de la atigrada frazada y que, además, este año cumple 130 años.
Se trata de una empresa fundada en 1888 por dos extranjeros: el italiano Bartolomé Boggio y el estadounidense Enrique Price.
Sin embargo, el verdadero éxito de la Fábrica de Tejidos Santa Catalina (su nombre original) no llegaría sino 10 años después de conformada, cuando Mariano Prado Ugarteche se hizo socio de la misma y emprendió su expansión.
La historia es contada con mayor detalle en el libro «El imperio Prado, 1890-1970» (1995) de Felipe Portocarrero, donde se explica la relevancia que tuvo el negocio textil en la riqueza del poderoso clan familiar de los Prado.
La empresa dominó el rubro de la lana, abrió varias sucursales y se expandió más allá de sus expectativas hasta que, tras varios años de bonanza, una mezcla de razones propició su decadencia, entre ellas «la competencia que comenzaron a ejercer desde mediados de la década del 50 las fibras artificiales y sintéticas», según indica Portocarrero.
Más tarde, durante el gobierno de Juan Velasco, Santa Catalina pasaría por un proceso de cooperatización y recaería en manos de sus trabajadores. Recién en 1992 quedaría en manos de la familia Aragón, sus actuales dueños. El tigre se resiste a descansar las garras.
Aún quedan
En la actualidad solo queda activo uno de los locales de Frazadas Santa Catalina. En sus estantes se apilan las frazadas de tumis y de figuras Nasca, pero salta a la vista el clásico modelo del tigre, el más pedido por la gente.
La arremetida, por un lado, de las baratas mantas polares y, por otro, de los sofisticados edredones de pluma de ganso han hecho retroceder un poco a la frazada de tigre, pero no han podido derrotarla.
No te pierdas: