En esta playa piurana encontré lo que había buscado y no había encontrado después de tantos años. No había sombrillas ni restaurantes estivales y menos la maldita alharaca de los heladeros. Solo con mi solo espíritu/ Solo con mi seco corazón, diría el enorme Javier Heraud. Se llama el Audaz.
Resultaba extraño este inesperado aislamiento, porque Paita está a solo 15 minutos. El secreto de su privacidad reside en que es un desvío apenas perceptible en la ruta al balneario de Yacila en Paita. Nadie se detiene, salvo Gabriela, absorta por la peculiar forma de los cerros que formaban un cañón. El mar apenas se divisaba: una rayita azul.
Nos aventuramos hasta una hermosa y extensa playa de arena, de olas amables y agua clara. Quedamos atrapados por este universo, que parecía recién creado y que los humanos todavía no arruinan. Nos bañamos calatos, recogimos conchitas y piedritas de todos los colores; y luego caminamos por la orilla hasta llegar a un laberinto de cavernas y peñas. Se trataba de Té para Dos, un pasaje rocoso que conduce a Yacila y que las parejas utilizan para tener intimidad.
Almorzamos un cebiche de mero en Yacila y luego regresamos a esta playa, que algunos llaman Gaviotas y otros, Playa Larga. Nosotros, sin embargo, nos quedamos con el nombre que nos dio un curtido pescador, al que encontramos a nuestra vuelta. “Nosotros la llamamos El Audaz, por un pescador que naufragó y nadó tres kilómetros hasta esta costa”.
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Le pregunté por qué le gustaba esta playa. Meditó y sus palabras salieron lentas, como las primeras gotas de lluvia en un temporal: “Porque el silencio es la única voz de Dios”
EL DATO
Personajes:
En Paita nació Miguel Grau, en 1834; allí también vivió y murió (1856) Manuelita Sáenz, compañera sentimental de Bolívar. La casa de la ‘Libertadora del Libertador’ puede visitarse.
Actividades:
Al norte de Paita se ubica el glamoroso balneario de Colán, que alberga la iglesia más antigua del Pacífico sur. Al sur, destaca Yacila, donde se puede practicar surf, y la isla Foca, refugio biodiverso.
Fuente: El Comercio/ Álvaro Rocha
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