En el km 980 de la Panamericana Norte, lejos de la Piura céntrica que se suele conocer, hay casas precarias, pequeñas y de paja que albergan hasta ocho integrantes. Se trata de Nuevo Santa Rosa, una comunidad que hizo suyo un kilómetro de la carretera y combate día a día con la falta de servicios básicos, los gastos y el difícil acceso a la salud.

El caserío Nuevo Santa Rosa es producto de una tercera migración que causó el desborde del río. Los desastres ocasionados por las lluvias atípicas del 2017 movilizaron a familias enteras, del ahora consolidado pueblo, a buscar un nuevo hogar.

En el km 980 encontraron una tierra fértil para empezar de cero: levantaron casas, colegios y formaron una comunidad, que vive y se apoya como una familia. Sin embargo, no todo ha sido una conquista para Nuevo Santa Rosa. Aún no logran vencer al obstáculo históricamente más difícil de domar: la pobreza.

“Ya tenemos cinco años habitando aquí y, como todo pueblo, siempre se va luchando y trabajando para obtener los beneficios del Estado y se hagan prevalecer nuestros derechos, pero hasta ahorita no tenemos ningún beneficio en servicios básicos”, cuenta Leopoldo Namuche, Secretario general del caserío.

Vivir en abandono

Nuevo Santa Rosa: un pueblo olvidado al lado de la carretera Panamericana
El caserío Nuevo Santa Rosa es producto de una tercera migración que causó el desborde del río.

El pueblo Nuevo Santa Rosa personifica, según cifras alcanzadas Raúl Martínez, economista de la Universidad Nacional de Piura, ese 4.6% de pobreza extrema en la provincia de Piura. Antes de pandemia, la cifra no superaba el 3%.

De acuerdo con el porcentaje, cerca de 37 000 piuranos no cuentan con un nivel de gasto que les permita consumir, al menos, la canasta básica de alimentos. Este problema alcanza al caserío. “Sobreviven solo con cuatro alimentos”, detalló el padre Luis Arrasco, líder de la Fundación CASVI Piura, la cual apoya al pequeño poblado.

Desde que los vecinos se mudaron en el año 2017, Nuevo Santa Rosa no cuenta con líneas de desagüe y los servicios de luz y agua no son continuos. Sumado a ello, hay silos en lugar de baños que, por falta de mantenimiento, ya colapsaron.

Se trata de más de 120 familias que viven en completo abandono y alrededor de 60 niños que asisten a un colegio que no tiene baños, sino silos ya colapsados“, señaló Abel Acuña, director de la ONG Piura Conectada, organización comprometida en brindarles apoyo a las familias del caserío.

El acceso a la salud también es un problema arraigado. En Nuevo Santa Rosa queda “prohibido” enfermarse después de media noche. Vivir en una zona aislada a la ciudad de Piura y la falta de movilidad vuelven imposible llegar al hospital más cercano.

“No contamos con una propia posta y nos derivan a Catacaos Cura Mori, pero (solo) en el transcurso del día; en la noche, uno se muere si se enfermara”, lamentó.

Sin empresa no hay agua

Los vecinos de Nuevo Santa Rosa no cuentan con un servicio de alcantarillado. En este pueblo, el suministro de agua potable proviene de una empresa agroexportadora vecina que los abastece con tanques de agua.

En las esquinas del caserío se instalaron unos tubos para que los vecinos saquen agua de ahí. No obstante, esta comunidad vive a la deriva de la agroexportadora: si no bombea, no hay agua. Y eso pasa. De acuerdo con Acuña, hay ciertos días que la empresa no suministra agua.

Sobrevivir y acostumbrarse

En este escenario precario, los vecinos se las ingenian para vivir mediante actividades de subsistencia—como la agricultura y ganadería— que les permite cubrir los gastos del día a día. “Cada familia se autoabastece, por ejemplo, si uno vende un animalito o parte de su chacra, con ese dinero se compra una calamina o el alimento de su semana”, explicó Namuche.

De acuerdo con el testimonio del secretario general de Nuevo Santa Rosa, ellos ya están “acostumbrados” a la triste realidad que afronta el caserío.

Más que difícil, ya estamos acostumbrados. Sabemos que cuando alguien se enferma debemos llevarlo en brazos a una posta cercana. Respecto al agua, cuando falta la buscamos por donde sea. Tampoco tenemos vías de acceso para caminar, pero por lo menos caminamos. Nos la ingeniamos para salir adelante“, enfatizó.

En esta misma línea, el representante del caserío hizo hincapié en que los dirigentes y líderes están poniendo todo de su parte para que el Estado los escuche y haga prevalecer sus derechos, como cualquier otro ciudadano. “Qué Dios nos tenga piedad y seguimos luchando”.

Las ONG, el nuevo Estado

Los niños y niñas de Nuevo Santa Rosa recibieron donaciones de la organización Piura Conectada.

El caserío Nuevo Santa Rosa ha recibido apoyo de la ONG Piura Conectada y la Fundación CASVI. Desde ambas organizaciones sin fines de lucro se les ha dado celulares, alimentos, mochilas para los niños, entre otras donaciones que intentan mejorar su calidad de vida.

 “Gracias a ellos por lo menos tenemos una luz de esperanza. Por lo menos tenemos luz (por horas) para que los niños puedan hacer clases. Por lo menos si nos apoya en alimentos, equipos celulares y otros beneficios. Si no fuera por la fundación estaríamos más abandonados de lo que ya estamos”, manifestó Leopoldo quien, además, aseguró que este trabajo le corresponde al Estado, pero los ha olvidado.

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