La Navidad es el tiempo en el que se habla de amor, unidad, celebración. Los niños venezolanos en Perú tienen muy claro su deseo, más allá de los regalos: estar unidos y que Venezuela cambie. Según cifras de UNICEF, en Perú hay cerca de 80 000 niños que dejaron su país este 2018 para integrarse a una realidad nueva.
Allam, Ariel, Nuriandry, Nuriely y Andrews son primos y desde octubre se han unido más. Lograron juntarse en Perú. Su situación cambió radicalmente en menos de un año. Hoy, sin un adorno de Navidad en el espacio que los alberga, pero con sus padres a quienes tuvieron lejos por meses, pasarán juntos esta celebración, en Piura. A su ingreso al Perú, en el CEBAF Tumbes, unos en mayo y otros en octubre, recibieron el apoyo de UNICEF. Su Navidad tiene sueños de grandes.
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Son niños y no dejarán de serlo. Allam, de 9 años, extraña jugar con su PlayStation, las gemelas Nuriandry y Nuriely, de 10, pasear sobre ruedas, con los patines que les regalaron sus padres el 2016; y Andrews, de 8, sus juguetes en general. Ariel, de dos años, los sigue y busca llamar su atención. Para él, más bien, sus padres Jessica Rumbo y Gregorio Rivas extrañan el triciclo de segunda mano que, en plena crisis, el 2017, le regalaron, en Venezuela. “Estaba como nuevo”, dicen.
Allam y Ariel Rivas Rumbo, junto a su madre Jessica, pudieron unirse a su papá, en mayo. Gregorio llegó a Piura primero y recuerda que solo tenía 10 soles en el bolsillo. Considera una suerte que al quinto día pudiera conseguir trabajo como vigilante en una residencial. Entonces su caseta se volvió su cuarto. Evitó el gasto de un alquiler y ahorró. Así pudo enviarle dinero a su esposa para que se venga con los niños. “Teníamos que hacerlo. Allá no había ni para comer”, dice Gregorio. A Jessica le preocupaba que Ariel no estuviera recibiendo las vacunas porque no habían,y que ni él ni Allan se alimentaran como es debido. “Una puede aguantar, pero los niños no”, expresa.
En la misma idea de buscar un mejor futuro, Carmen Rivas, hermana de Gregorio, y su esposo David Marquez, salieron de Venezuela a inicios de este año para Colombia. “Al principio nos fue bien, pero luego la situación cambió”, dice Carmen. Gregorio la alentó a venirse a Perú y con Jessica le reunieron y prestaron dinero para los pasajes. Se regresó a Venezuela a recoger a sus hijos, las gemelas Nuriandry y Nuriely junto a Andrews, para emprender el viaje. David siguió en Colombia.
“Venía con 3 niños, así que armé una sola maleta grande y metí lo necesario. Por eso, juguetes no trajeron. Mis gemelas extrañan sus muñecas”, agrega Carmen. Recordar el camino recorrido hacia Piura, en octubre, cuando cientos de venezolanos esperaban también por ingresar, la pone algo nerviosa. “Yo aguanté no comer, porque era gasto. Hubo mucha gente buena que nos ayudó. Cuando llegamos a Tumbes, a sellar el ingreso, fue un respiro, por lo menos para los niños. Mis tres hijos tuvieron comida tres veces al día, agua y fruta, era sentirse en otra realidad…. Tuvimos que esperar dos días por las filas enormes, pero pudieron distraerse con juegos”, narra. Los niños recibieron apoyo en la Carpa de la Alegría, que promueve UNICEF y Plan Internacional en el Centro Binacional de Atención Fronteriza, de Tumbes.
David tenía pensado viajar a Perú a reunirse con la familia, recién en enero de 2019. “Yo extrañaba a mi papá”, confiesa Nuriandri. Se lo repetía Carmen cuando hablaban. Él ingresó al Cebaf de Tumbes, el jueves 13 de diciembre. “Vengo a reunirme con mis hijos. Acá estarán mejor que allá”, dijo cuando lo encuestaron sobre los motivos que generaban su ingreso al país.
El camino a su destino, aún siendo Piura cercana, se le hizo largo. No tenía suficiente dinero para el pasaje del Cefab a Tumbes, y tampoco para pagar el pasaje directo desde esa región. Le tocó caminar un tramo en el Perú. La emoción que sintió al llegar a la intersección de las calles Caracas y Lima, en Piura, donde hoy vive no puede describirla. Por fin estaban juntos.
Unidad
“Que sigamos unidos”, dice Andrews, cuando le preguntan qué quiere para Navidad. Mira al suelo y también dice: “Que Venezuela cambie”. Este año extrañará al resto de sus primos con los que en cada Navidad, incluso la del 2017, una época difícil, compartían los regalos y jugaban. Ese año algunos tuvieron regalos de segunda y otros, como los hijos de Carmen, recibieron los de fundaciones y organizaciones que apoyaban a Venezuela. Las gemelas recibieron una cajita con cositas para hacer pulseras, bisutería, y Andrews un juego de ajedrez.
Pero este año, no habrá regalos. David quisiera comprarle a sus hijos zapatos nuevos, ropa, sorprenderlos. Carmen lo mira y los niños también. A ellos, que llegaron en octubre, se les vence el tiempo para efectuar los pagos que les otorgarían la legalidad. Si no lo tienen, no se oficializará su matrícula en el colegio que les brinde vacante. Ellos, como más de 580 niños que ingresaron en la misma época, según UNICEF, por Tumbes, esperan ir al colegio en marzo. Si Carmen no gestiona el Permiso Temporal de Permanencia ni el certificado de Interpol, no podrá trabajar.
David suspira porque aunque quieran cosas distintas, la realidad es que tampoco hay dinero. Tiene 1 semana vendiendo caramelos, galletas y chocolates. Como Gregorio, su cuñado, sabe que apenas se saca para el diario y el alquiler y ni siquiera hay para enviarle a sus seres queridos que están en Venezuela. “Pero estamos juntos”, dicen las dos familias. Eso es bastante, más aún en esta época. “Yo quiero que Venezuela mejore”, expresa Nuriely. Su gemela asiente. También es su deseo.
En la casa del asentamiento San Pedro, las risas de los niños, sus travesuras, hacen afirmar a los mayores que no se equivocaron de la decisión tomada: aventurarse a un nuevo inicio. En su Navidad no habrá hallaca, el tamal típico de Venezuela, ni pan de jamón, ni cerdo. “Algo habrá para comer y eso es lo importante”, remarca Jessica. Estos 9 migrantes son parte de los más de 500 mil que, según cifras de UNICEF, la Organización Internacional para las Migraciones y la Superintendende Nacional de Migraciones, se encuentran en Perú procedentes de Venezuela.
El panetón que ya han probado estos días, y que es distinto al de Venezuela, hoy les sabe delicioso. Durará hasta Navidad. Si no hay para el pavo, ya saben que el pollo es una opción, como los fideos y una ensalada. No faltará en la Nochebuena, para padres e hijos, un deseo común: la ilusión de un futuro mejor, para ellos en Perú, para los suyos en Venezuela.