Por: José Castro Machado | Periodista
Para quienes observamos e informamos permanentemente sobre el desarrollo de los acontecimientos en una colectividad, resulta un desafío describirlos con fidelidad. Sin embargo, cuando se aprecian comportamientos singulares de alguno de sus miembros Como Roberto Cotlear Palacios, uno se detiene y comienza a valorar y analizar los gestos y actitudes que se manifiestan con total espontaneidad.
Se trata de un piurano querido y respetado, como ha sido a lo largo de su vida un cumplidor permanente de la palabra empeñada. Su amistad es un regalo de Dios, y en cada interacción con él se sintió la sencillez, la ponderación y la humildad que caracterizan su personalidad. A través de su labor cotidiana, convirtió su negocio en un punto de encuentro para la comunidad.
El compromiso de Roberto fue más allá de las transacciones comerciales. Junto a su familia, siempre encontró tiempo para cumplir con diversas funciones en directivas de clubes sociales y comités de apoyo social. Uno de los ejemplos más sobresalientes de su dedicación ha sido su participación activa al lado de su amada esposa Lucha en el comité de apoyo a la obra de San Juan de Dios, donde su contribución ha sido inestimable.

Como empresario exitoso, Roberto nunca hizo alarde de su bien ganada reputación. A lo largo de los años, optó por una actitud de servicio y bondad, atendiendo personalmente a cada uno de sus clientes con una sonrisa que irradiaba calidez y cordialidad. En su negocio, dialogaba con personas de diversos ámbitos: desde obreros y maestros hasta propietarios de reputadas empresas y autoridades de diversas reparticiones públicas.
Un rasgo digno de mención fue la generosidad de Roberto hacia aquellos que enfrentan dificultades económicas. A menudo, se pudo ver a personas de escasos recursos visitando su establecimiento, quienes recibieron un apoyo generoso que les permitió paliar sus necesidades alimenticias. Este gesto refleja su compromiso genuino con la comunidad y su deseo de contribuir al bienestar ajeno.
En un mundo donde el individualismo y la búsqueda constante del éxito personal pueden llevarnos a olvidar el valor de la comunidad y la solidaridad, la historia de Roberto nos recuerda la importancia de cultivar relaciones auténticas con los demás. Su existencia es un ejemplo brillante que debemos emular en nuestras vidas cotidianas.
La vida de Roberto es una invitación a reflexionar sobre cómo podemos hacer un impacto positivo en nuestra comunidad. Cada pequeño gesto cuenta, y cada oportunidad de servir a los demás puede ser transformadora no solo para quienes reciben ayuda, sino también para quienes la ofrecen. La lección que deja su trayectoria es clara: el verdadero éxito se mide no solo en logros materiales, sino en el legado de bondad y compromiso que dejamos en nuestro paso por este mundo.
Gracias, Roberto, por haber hecho de tu vida un ejemplo a seguir para nuestras generaciones presentes y futuras. Tu legado perdurará en cada gesto de amabilidad que inspires en otros y en cada vida que toques con tu generosidad y compromiso inquebrantable. En cada rincón de tu establecimiento, la esencia de tu nobleza y tu deseo de hacer el bien resonarán siempre, recordándonos la importancia de ser mejores seres humanos.
La sociedad en la que vivimos necesita más personas como tú, dispuestas a aportar y a construir un mundo más solidario y compasivo. Gracias por ser un verdadero faro de esperanza y por enseñarnos que, a través de la sencillez, se pueden lograr grandes cambios y construir un futuro más esperanzador.
Me despido con el saludo fraterno lleno de la diversidad de colores que siempre nos mostrabas.