Jesucristo ha muerto en los brazos de la Cruz redentora. Ha cerrado sus ojos y pronuncia una oración llena de amor y de confianza: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Ha partido este mundo, deja el pueblo en donde nació y el tierra que recorrió con sandalias peregrinas predicando el Evangelio. Al final de su vida sobre la tierra dijo a sus discípulos: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”. Jesucristo vive y volverá un día. Anhelamos su retorno en majestad y gloria, mientras seguimos viviendo la inquietud de la espera y repetimos esta oración: “Ven señor Jesús. Te esperamos. Te necesitamos”.
Adorémosle en esta hora silenciosa, abrazados a la Cruz con amor y confianza.
La piadosa celebración de la muerte de Jesús nos halla sumergidos en muchas dificultades y angustias, y sin paz.
El redentor del hombre nos ayuda a ser artesanos de la paz a fin de que cesen los problemas que han caracterizado tantos años de nuestra historia, para ponernos al fin en camino hacia la nueva historia de la patria: ¡La paz!
Imploremos al Señor que podamos recuperar los valores perdidos en la tragedia de los años que han pasado dejando huellas de destrucción y de sangre, para hacer una historia nueva que brinde a la patria un futuro glorioso de paz.
Pidamos a Jesucristo que perdone, si hay arrepentimiento, todos los pecados y errores que han cometido en nuestra patria, las diferencias abismales entre ricos y pobre, los horrendos pecados contra la honradez publica y privada y contra las virtudes sociales y políticas y que asumamos una actitud de conversación y cambio, sigamos dedicado a anunciar el acontecimiento de Jesús muerto resucitado.
Que queramos desterrar de nuestra patria la miseria y la injusticia en que se vive y se trabaja, retardando la paz, para que la vida sea más digna, más fraterna, más amable y más feliz en una sociedad nueva, libre de toda esclavitud, respetuosa de los Derechos Humanos y que brinde trabajo y pan a todos.
Que se lance al futuro para descubrir la paz y todos, sentados como hermanos en la mesa de la vida comamos el pan.
Que nadie tenga que vivir recogiendo las migajas que caen de la mesa de los opulentos en una sociedad capitalista, rica y satisfecha, insensible e indiferente al dolor y las necesidad de los indigentes. Hagamos de nuestra patria una gran familia, bajo los signos sagrados del amor y la paz.
Con esta esperanza en que vamos a vivir fijando nuestros ojos en Jesús, Salvador del mundo, retirándonos del calvario donde han tenido lugar horas decisivas de su vida, espiritualmente, al sepulcro para escuchar una palabra victoriosa: “ No esta aquí” y tomemos el camino de nuestra vida, como lo hicieron algunos e los Apóstoles para descubrir que el ha resucitado, que va con nosotros y que al llegar la noche podremos decirle como ellos: “Maestro, quédate con nosotros”.
Sí, quédate con nosotros. Te necesitamos. Tú eres Jesús. La persona que necesitamos en la más recóndita profundidad de nuestro ser. Jesucristo: La humanidad sigue caminando contigo para que nos enseñes, en esta ardua tarea de construir la paz, a movernos sin miedo y con valentía de este laberinto de la angustia. Danos la certeza de que nuestro país tendrá paz y de que nadie podrá ser un obstáculo en nuestra tarea inaplazable y fundamental.
Ojalá estas palabras hayan servido a mis hermanos cristianos católicos, a nuestra querida Piura, para despertar en nosotros una nostalgia infinita de Cristo que es el ideal eterno de la humanidad.
(Autor: Padre Carlos Coronado Antón)
Las 7 Palabras
PRIMERA PALABRA: «Padre perdónalos por que no saben lo que hacen»
SEGUNDA PALABRA: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso»
TERCERA PALABRA: «He aquí a tu hijo, he aquí a tu madre»
CUARTA PALABRA: “Dios mío, Dios mío ¿Porqué me has abandonado?”
SEXTA PALABRA: «Todo está consumado»
SÉPTIMA PALABRA: «Padre en tus manos encomiendo mi espíritu»