Se acerca la esperada festividad de “Todos los Santos”, conocida en el Bajo Piura como “las Velaciones”. En esta época del año, una de las costumbres más arraigadas es el conmovedor y sabroso consumo de los “angelitos”, pequeños dulces que se ofrecen en memoria de los niños y niñas que nos dejaron demasiado pronto.

Estas deliciosas bolsitas contienen una variedad de tesoros gastronómicos que despiertan los sentidos: galletas redondas, dulces a base de camote, piña, clavo de olor y vainilla, pequeñas empanadas, alfajores y pasteles con grageas. Algunas de estas bolsitas también incluyen cocadas y galletas en círculos con miel y chancaca.

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Tradición viva

En el corazón de esta tradición se encuentra doña Marisela Guerrero Briceño. Una panadera con 40 años de experiencia en la preparación de los famosos “angelitos”. Fue su hermana mayor, doña Jesús María, quien le transmitió todos los secretos de estos dulces.

Marisela, de 54 años, es una apasionada panadera que encuentra alegría en mantener viva esta dulce costumbre. Revela que esta tradición tiene sus raíces en la llegada de los españoles hace 500 años y representa el espíritu y la herencia Tallán. Por ello, considera que es responsabilidad de todos preservarla y honrarla.

Dulces de angelitos: tradición y sabor en la festividad de todos los santos en el Bajo Piura.

Con un carisma y humor inigualables, Guerrero Briceño elabora estas delicias con sus prodigiosas manos durante la festividad de Velaciones. Su local en la Av. Cayetano Heredia se convierte en un verdadero taller de sueños azucarados. En estos días, su horno trabaja a toda máquina en tres turnos ya que la demanda de estas bolsitas es impresionante. Incluso recibe pedidos de otras localidades, lo que refleja la importancia y el sabor únicos de sus productos.

La festividad de Todos los Santos en el Bajo Piura no solo es un tributo a los niños y niñas que nos dejaron, sino también una celebración de la herencia cultural y culinaria que ha sido transmitida de generación en generación.

Cada “angelito” es una pequeña obra de arte, una deliciosa tradición que llena de dulzura el corazón y el paladar de quienes participan en esta festividad. Marisela Guerrero Briceño y su dedicación incansable son la viva representación de cómo estas costumbres continúan uniendo a las comunidades y manteniendo viva su esencia.

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