El fluido de la sangre, la velocidad del funcionamiento neuronal tiene una energía solo comparada a un millón de bombas atómicas. Es imposible que luego de que finalicen las funciones vitales de un ser humano esa energía desaparezca.

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Recordemos que la energía no desaparece, solo se transforma. ¿Dónde va esa energía cuando la persona parte de este mundo?, ¿Dónde transita?, ¿Dónde habita luego del trance de la muerte?

Es innegable que no se extingue. Esa energía que por razones prácticas le llamaremos alma, pues sigue existiendo luego de la muerte. No hay posibilidad científica de que deje de existir. El no poder mirar o tocar el continente (Cuerpo) no significa que no exista el contenido (Alma). Hablar con el que partió no solo es perfectamente posible, sino existencialmente cierto.

En los últimos meses Alan García y yo hablamos de eso. Me preguntó dos veces, ¿Cómo me sentí ante la súbita desaparición de mi madre? y le dije que fue una hecatombe para mi, pero que lo logré superar. Me dijo que si hablaba con ella, le dije que sí, que era normal para mi hacerlo y el me confió que hablaba con su padre y Haya de la Torre.

Con este último, lo hacía desde siempre, desde que partió Haya. El secreto es simplemente saber que es cierto y no tener miedo a oírles y hablarles. Con los días afinarás el oído del alma y les podrás oír mejor, podrás saber que nunca se fueron mientras los lleves en tu memoria y en tu corazón.

Para los que creemos en la vida después de la muerte, los que creemos en que Jesús es Dios, no solo es una verdad científica sino una Verdad de Fe. Más allá de lo que vemos está lo intangible que existe aunque no lo puedas ver ni tocar.

La luz vital que pregonó esa alma ausente, la fuerza arrolladora de sus ideas es el argumento esencial de tu diálogo existencial y almático que puedes desarrollar. Alan vive. Ni más ni menos.

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