Resulta que hasta el noveno Inca el Imperio Inca solo abarcaba el territorio del Cuzco. Fue este inca que en 48 años edificó y expandió el Imperio. Fue Pachacútec. Nunca antes se llegó tan lejos que con este Inca. El, lógicamente no lo hizo con amor ni convenciendo a los demás pueblos a que se unan a su proyecto. Lo hizo a flechas y sangre. Lo hizo a hondasos y a sangre. Todos los pueblos fueron sojuzgados.

Durante los cuarentaiocho años de su reinado sometió a los Sinchis de las regiones próximas al Cuzco; afianzó su dominio sobre los territorios pertenecientes a los Chancas y sus aliados; por el sur se impuso a los turbulentos Collas, y por la costa extendió su poderío a tierras de los Rucanas, Nanascas, y sojuzgó al Sinchi de los Chinchas, al Curaca de Lunahuaná, y al reyezuelo de Chuquismanco, que extendía su dominio desde Huarcu – Cañete – Mala, Ollería hasta Chilca. Igual suerte corrió Cuyus Manco – según Garcilaso y según otros Cronistas Cuismanco -, reguló que tenía su dominio desde Pachacamác hasta Huamán – Barranca, incorporando al Imperio los reinos del Rímac, Chancay y Pachacamác – reconocido como divinidad; luego envió a Capác Yupanqui, hermano del monarca, encargado de someterlos a los Huancas, a los Xauxas, Taramas, a los Conchucos fueron los que más resistieron defendiendo su libertad, sobresaliendo de éstos, en valentía y coraje los Pumapampas ( Pomabamba) y Piscupampas (Piscopampa).

Esto lo comprobamos actualmente por un barrio que hay en Pomabamba con el nombre de Cañari, a donde fueron trasplantados los Cañaris de Quito, en reemplazo de las Pumapampas que fueron trasladados al barrio de Carmenca en el Cuzco. Avanzó hasta Chachapoyas y Cajamarca, e incorporó el señorío Chimú. La resistencia de los Chimús fue de larga duración y de guerra a muerte.

El Gran Chimú dominaba desde el ecuador hasta Pativilca, defendido por la fortaleza de Paramonga 20,000 hombres fueron empleados para el asalto, después de un sitio de 6 meses. Cortado el abastecimiento del agua con la posesión de los mejores valles regados por canales de irrigación, el Gran Chimú se rindió ante el poderío del Ejercito Imperial. Se le incorporó como otro miembro de la familia reinante, devolviéndole todos sus privilegios y agregándole el distintivo de Cápac.

Cuando los españoles llegaron al Tahuantinsuyo, todos esos pueblos no lo veían con cariño al Inca tirano. Esos pueblos prestaron colaboración al invasor europeo. Muchos de ellos sintieron un alivio al verlos llegar. No es que los impresionaron los caballos. Tampoco es que las armas de fuego los intimidaron. La gran verdad que es hubo colaboración con el agresor.

Nuestra realidad es que no somos nación. Somos en realidad una suma de etnias, de pueblos distintos, no solo en la forma de ver la vida sino en la forma de pensar lo más profundo y lo más banal. No es verdad por lo tanto, que los españoles son los culpables de todas nuestras desgracias. Seguro son responsables de muchas cosas, pero de la división radical de nuestros pueblos, de nuestras almas y emociones no. No somos una Nación heterogénea. Creo más bien que el Perú está construyendo nación.

Poco a poco estamos construyendo el alma nacional. Pero mientras llega ese día somos un pueblo diverso. Extraño, propio y ajeno. Un pueblo compuesto de pueblos. Tal vez , es importante entender esto para saber que la pregunta que titula este artículo si tiene respuesta. Una lógica respuesta que todos ya la dedujeron. Ni más ni menos.

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