Don Armando Urbina nació hace 106 años en su querida Tangarará, la primera ciudad fundada por los españoles en el Perú. Así como se lee, acaba de cumplir sus 106 abriles y aún hay muchas ganas por seguir.

Genes longevos los de Don Armando Urbina Gonzáles, su hermano, Don Enrique, “el muchacho” como cariñosamente le dice, apagará en breve sus 104 velitas, superando así a su hermana Lorgio, la popular “tía Petra”, quien hace un par de años partió al viaje eterno con 103 años.

Una dieta envidiable

De buena madera ¡sin duda! Su infaltable ceviche de caballa, una buena sopa de pata de toro, su infaltable cabrito el domingo, su mondonguito cada lunes y su pescado todas las tardes para la cena parecen ser la clave. Obvio, sin su infaltable queso de cabra desmoronado en su café con leche fresca y kilos de hígado con sesos fritos para el desayuno de domingo. Dieta saludable, le decían entonces, cuando ni conocían lo que era la comida chatarra.

El detalle es que, con sus 106 años, Don Armando se resiste al cambio de dieta para un adulto mayor, tanto como se resiste a usar bastón y prefiere que sus hijos lo tomen del brazo y seguir de pie, erguido como los robles.

Para él no puede faltar su desayuno con algo para picar y si le ponen su almuerzo exige su gran presa como corresponde a un buen potaje. Hasta antes de la pandemia, le gustaba que lo lleven a almorzar los fines de semana a una buena picantería y no podía faltar su ceviche de caballa y, si alguien le decía salud, no se resistía a un buen trago de la bebida de los incas o una “heladita”.

Cumpleaños

Este año, el COVID-19 le ha impedido celebrar como acostumbra, porque un mes antes empieza a preguntar por su cumpleaños y desde entonces va advirtiendo que separen la orquesta, que vayan pidiendo sus cajas de cerveza, que encarguen la torta y bocaditos. Y por supuesto, todos empiezan a pensar en los regalos porque todo invitado tiene que llegar con su regalo bajo el brazo.

El Coronavirus obligó a adecuar su celebración. Esta vez no pudo tener invitados, porque aún se acuerda de sus amigos y empieza a listarlos, aunque luego varios de ellos queden descartados porque ya partieron a la eternidad.

La última vez, llegó como invitado estrella su peluquero, quien quedó sorprendido con la vitalidad y el apetito de Don Armando, quien sentadito en fila junto a sus centenarios hermanos, exigieron su buena porción de tallarín con ensalada y por supuesto su pierna de pavo, no podía ser menos.

A sus 106 años ha descubierto que por “el aparato” como le dice a los celulares, ha podido estar cerca y celebrar con sus 11 hijos, 24 nietos, 21 bisnietos y 3 tataranietos, incluso la más pequeñita que con solo 1 año balbuceó y sonrió todo el festejo por zoom, mientras Don Armando no dejaba de disfrutar de sus bocaditos, porque su apetito parece más voraz con el paso del tiempo.

El niño que se hizo hombre

Su infancia no fue fácil, pero lo hizo recio y fuerte como lo vemos hasta hoy. Cuando su padre fallece, Armando apenas tenía 14 años y, junto a su hermano menor, Don Enrique, tuvo que hacerse cargo del sustento de la casa para sus otros 14 hermanos y su madre.

Transportaban sal, desde las salineras de Negritos al Ecuador, en piaras de 14 mulas. En esas épocas tiene origen su cosecha de historias y anécdotas que han escuchado una y otra vez sus hijos y nietos entre carcajadas cada noche, cuando todos se juntaban en el columpio del corredor de la casa familiar en Talara, sobre todo en épocas del conflicto del Cenepa, cuando las luces de la ciudad se apagaban muy temprano por seguridad y empezaba a escucharse los aviones militares.

A los 17 años ingresa a trabajar a la empresa International Petroleum Company, empresa petrolera que se instaló en Perú para explotar el yacimiento de La Brea y Pariñas, estableciendo su centro de procesamiento y refinería en Talara.

Diversos negocios

Cuando sucede el golpe de Estado del presidente Velasco  Alvarado, junto a sus compañeros, Don Armando pasa a trabajar a la empresa estatal Petróleos del Perú (PETROPERÚ), de la cual se jubiló en julio de 1976.

Con las fuerzas a tope y su espíritu negociador que le permitió sobrevivir cuando niño, realiza diversos negocios, sobre todo la venta de ganado caprino. Por supuesto, de allí los banquetes de hígado y sesos en los desayunos de domingo y los almuerzos con su cabrito bien macerado en su chicha de jora.

Hoy, Don Armando es el engreído de la familia Urbina y aunque muchos están fuera de la casa en el Parque 54-20, en Talara, ninguno faltó para el gran festejo como lo hubieran hecho si no existiera el COVID-19 y la jarana habría ido hasta las 6:00 a.m. como dice una conocida cumbia norteña.

Espíritu libre

Por ahora, para seguir protegiendo al patriarca de la familia y que tenga larga vida, todos lo cuidan del COVID-19 y permanece en cuarentena desde que se declaró el Estado de Emergencia Sanitaria Nacional, aunque a veces no entiende por qué ya sus hijos no vienen a casa y solo le hacen videollamadas o por qué sus hijos usan unos “trapitos” que les tapa la boca y nariz cuando salen y retornan, sin comprender que hoy todos usamos mascarilla para no contagiarnos del Coronavirus.

Cómo podría comprender esta realidad un hombre de espíritu libre, acostumbrado al campo, a recorrer los terrenos de la empresa petrolera o juntarse con sus amigos para apostar en las peleas de gallos o una buena partida de casino.

Torino querido

Don Armando Urbina, sueña que esta enfermedad pase y poder ir al estadio a alentar, como siempre, a su Torino querido; juntarse con sus hijos para disfrutar de un partido de su Cristal en la liga nacional, o hablar de política porque si de algo está orgulloso es de ser aprista con carnet firmado por su admirado fundador Haya de la Torre. Ah, y por supuesto, que lo pueden volver a llevar a Catacaos por un buen ceviche de caballa y su sopa de pata de toro en mate. ¡Adentro con la segunda y larga vida para Don Armando!

Mira la celebración de sus 106 años junto a la familia:

 

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