Amar tomar el café a cualquier hora del día es normal para los amantes de este insumo, ya que se convierte en la rutina diaria favorita al momento de prepararlo o consumirlo.
Esta bebida contiene muchas propiedades estimulantes como: aportar nutrientes a nuestro organismo, proteger el corazón y el hígado. Asimismo, la cafeína es un acelerador natural del metabolismo.
Si bien es cierto no hay nada más delicioso que prepararlo al instante en el que lo deseas tomar, previo a eso ya haz elegido un grano de calidad molido al instante o de la marca de tu preferencia. Muchas veces no se acierta la cantidad justa y llegas a preparar más de la cuenta.
Cada hora cuenta
La idea general aceptada es que está en su punto óptimo para el consumo recién hecho o en un periodo no superior a una o dos horas.
Hay que tener en cuenta que, una vez molido y en contacto con el agua para el necesario filtrado, las distintas sustancias que contiene el grano llegarán al agua para dar cuerpo a esta bebida.
En ese tiempo de filtrado, el café ‘despliega’ todas sus propiedades organolépticas, esas que definen su aroma y su sabor. Inevitablemente, el paso del tiempo hará que poco a poco, el particular aroma vaya desapareciendo y, además, el contacto con el aire hará que el proceso de oxidación de la cafeína continúe lentamente.
¿Se puede llegar a ‘poner malo’?
Sobre todo si hablamos del desayuno, es muy normal aprovechar el que quedó en la cafetera el día anterior. No hay estudios que indiquen que este hábito pueda resultar de algún modo perjudicial.
De un día para otro el café no estará malo, pero su aroma y sabor dejarán mucho que desear. Aun así, a la hora de guardar esta bebida ya hecha para tomarla a la mañana siguiente, es importante guardarla en un recipiente cerrado.
Como idea general, guardar el café por más de dos días no es aconsejable no solo como medida de precaución, sino porque probablemente el sabor, ligeramente amargo, propio de esta bebida se irá acentuando a medida que pasen los días.
¿Y si lo conservo en la refrigeradora?
Cualquier experto cafetero te dirá que el problema está en volver a calentarlo, porque ese cambio brusco de temperaturas frío -calor, puede acabar por estropear cualquier atisbo de buen sabor.
En este supuesto, tienes ideas para aprovechar el café sin tener que recalentarlo. En el clásico café frappé, con hielo picado, en postres fríos, por ejemplo acompañando un helado de menta y chocolate o en originales batidos.
Si necesitas un café de forma inmediata y vas a utilizar el que quedó de ayer, a la hora de calentarlo, hazlo preferentemente en un cazo y a fuego ultra lento para evitar que tenga un sabor amargo.