El rechazo a los alimentos es un motivo habitual en las consultas pediátricas. Según la pediatra Valeria Arunategui, en entrevista para «Médico en casa» este comportamiento ocurre mayormente en niños sanos y con crecimiento adecuado.
Una de las principales causas es la creación de malos hábitos alimenticios desde edades tempranas. Estos patrones inadecuados, si se repiten por mucho tiempo, provocan resistencia a la comida en las rutinas diarias.
Además, existen etapas fisiológicas del desarrollo en las que el apetito del niño disminuye naturalmente. Entre el primer y tercer año de vida, el crecimiento se desacelera. Por esa razón, la cantidad de comida que necesita también disminuye.
Rechazo a la comida: factores emocionales, familiares y del entorno
El entorno emocional influye directamente en la alimentación del niño. Situaciones como la separación de los padres, un cambio de hogar o un ambiente con conflictos afectan su apetito. Incluso, experiencias como la pandemia, donde los menores estuvieron encerrados, contribuyeron al rechazo de los alimentos.
Otro factor importante es la actitud de los padres. Cuando se obliga a los niños a comer, se genera un ciclo de rechazo. Lo mismo ocurre cuando se castiga o premia el acto de comer. Los especialistas recomiendan evitar estos extremos y fomentar un entorno afectivo durante las comidas.
Es esencial recordar que los niños aprenden por imitación. Si los adultos consumen frutas y verduras, y evitan golosinas o alimentos ultraprocesados, los menores adoptarán esos mismos hábitos. Por el contrario, si en casa hay constantes golosinas o gaseosas, los niños mostrarán preferencia por estos productos.
¿Es necesario dar vitaminas a los niños que no quieren comer?
La doctora Arunategui señala que no todos los menores requieren suplementos o estimulantes del apetito. Solo tras una evaluación completa del desarrollo, el pediatra puede determinar si existe una deficiencia vitamínica. En esos casos, se indicarán los productos adecuados.
Los suplementos, complementos y estimulantes cumplen funciones diferentes. Por ello, no deben administrarse sin supervisión médica. La mejor fuente de nutrientes sigue siendo una alimentación balanceada, basada en productos naturales.
Si un niño se alimenta bien pero no sube de peso, es fundamental evaluar tanto su peso como su talla. Muchos padres se preocupan al ver a sus hijos delgados, pero si se encuentran dentro de los percentiles normales, no existe motivo de alarma.
Diagnóstico y exámenes para evaluar la inapetencia infantil
Antes de indicar cualquier examen, el pediatra debe realizar una evaluación clínica. Esta incluye el control de peso y talla, además de revisar si los valores se encuentran dentro del rango correspondiente para la edad.
Si se sospecha de alguna causa orgánica, se solicitan estudios como hemograma, análisis de parásitos o dosajes vitamínicos. En ciertos casos, también se podrían requerir pruebas hormonales o cardiológicas, especialmente si hay señales de desnutrición o malformaciones.
Recomendaciones para mejorar la alimentación de los niños
Los niños deben aprender a masticar desde los seis meses. Se recomienda ofrecer papillas solo durante el primer mes de alimentación complementaria. Después, deben incorporar alimentos sólidos en pequeñas porciones.
Los padres deben evitar dar líquidos constantemente durante las comidas, ya que esto genera sensación de llenura. También es necesario fomentar la autonomía: dejar que el niño toque, explore y se alimente por sí mismo mejora la aceptación de los alimentos.
El ingreso de legumbres como los frijoles debe hacerse a partir de los seis meses. Si el niño rechaza este alimento, se debe ofrecer en diversas preparaciones por al menos 21 días. No se debe eliminar de la dieta a la primera negativa.
Por último, es importante que los niños participen en las comidas familiares. Comer en grupo y sin distracciones ayuda a reforzar los hábitos positivos de alimentación.