Tenía 11 años y empezaba mi secundaria, ya no iba a ir al colegio Salesiano que toda la primaria me había albergado. Ahora ya era grande y en consecuencia debía ir al otro colegio Salesiano, al del otro lado del río, al secundario.
Se escuchaban los mitos de siempre: “Allá si te dejan llegar con el pelo más largo”, “Allá están haciendo piscina como el San Ignacio”, “Allá se sale más tarde”.
En este contexto inicié mi año escolar en 1980. Empezaba mi secundaria, mi voz no cambiaba aún, ni la de mis amigos y compañeros; y el primer día del año presentaban al nuevo Director del Colegio.
El director era pequeño de estatura y un tanto llenito. Su nombre era Juan Vera Alva, le dieron las palabras de bienvenida y luego él agradeció y nos pidió mucho estudio y oración. Luego el Padre Nuestro y el Ave María, nada del otro mundo, otro sacerdote más pensamos. Todo cambió en el primer recreo.
Casi todos los de primer año estábamos por donde hoy es el edificio de la Dirección. En esa época estaban las barras y había tierra, jugábamos bolinchas y ñoclitos cuando de pronto apareció el director. Vestía de pantalón negro y camisa blanca como un escolar más y de su bolsillo sacó sus bolinchas.
Tenía “intis” y “ducales”. En esa época los niños juntábamos cajas de fósforos vacías y cajetillas de cigarros vacíos. Le dábamos un valor y con eso pagabas si perdías. Ahí se apareció el Padre Juan Vera y pensé que se dejaría ganar. De ninguna forma, él nos ganó y en cada recreo aparecía con nosotros. Nos decía que si queríamos jugar barritas. De esa forma conocimos a un “Don Bosco” peruano. Nos parecía mentira que sea tan amigo de nosotros.
Con el sacerdote Juan Vera Alva pasó mi promoción los 5 años. Él llegó con nosotros y se fue con nosotros. Durante los cinco años nunca entendimos cómo pudo conjugar en Presente Pluscuamperfecto la disciplina con la alegría. A medida que pasaban los días, nos percatamos que se aprendió el nombre de todos los alumnos.
En esa época nos llamaban por apellido, pero él se sabía nuestro nombre y nuestros apellidos. Crecimos con Juan Vera Alva. Se le hizo aplicar disciplina porque justamente con el sistema que tenía nos conocía muy bien. He de confesar que como monaguillo los 5 años me pidió en tercer año que analizara si quería ser sacerdote. Pero no era mi vocación.
Cuando llegó Octubre de 1984 nos enteramos por sus labios que también se iba ese año. Hoy Juan Vera Alva, el padre Juanito Vera, nuestro amigo está en Piura. Está en Bosconia.
Ser Salesiano es de otro mundo. Haber sido discípulo de Juan Vera Alva una experiencia inolvidable. Ni más ni menos.
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