Veneno existió. No es un personaje sacado de la imaginación. Existió en un determinado tiempo y espacio. Recuerdo su cara y su voz como si fuera ayer. Tenía mi edad cuando vivíamos ambos en el barrio de mi infancia. El mismo barrio de siempre.
Aquel que había quedado detenido en el tiempo. Vivía Veneno exactamente en la calle Tumbes cuadra seis. Al costado de la panadería Gonzales. En ese barrio sur. Aquel mismo lleno de magia, de esa luz inusual que nacía de sus entrañas.
Y Veneno era apenas un niño de 9 años que ya trabajaba para ayudar a su madre. Todos los días se levantaba a las 5 am para ir al Camal a mirar como mataban reses y recoger carne y vísceras. Sin zapatitos y con todo el frio Veneno se levantaba a trabajar.
Desde muy pequeño tuvo que aprender a desenvolverse en ese ambiente. Tuvo que aprender a sobrevivir en el mundo adulto, en el mundo de la madrugada, el camal, la sangre y los toros. Y entonces tuvo que desarrollar una peculiar habilidad para defenderse. Su lengua hablaba 43 lisuras por minuto.
Era un genio de la lisura. A esa edad los adultos le tenían miedo a esa lengua viperina, flamígera. Y su sola presencia imponía un respeto extraño. Una mezcla del respeto tradicional y el miedo redivivo que aparecía en las esquinas de ese barrio espectacular en el que me crie.
Veneno me estimaba. Me veía cada mañana de varios días por varios años pues el Camal, su centro de trabajo, estaba cerca de mi casa. Y entonces digamos que el niño de las lisuras prodigiosas era amigo de ese niño estudiosito que se paseaba por los amplios jardines de esa casa fantástica. Y siempre yo le invitaba un refresco y, claro, Veneno me regalaba carne.
Desde niño tenía yo cierto apego de hacerme amigo de aquellas personas de las cuales se dice tantas cosas polémicas o malas, talvez para desmitificarlas. Talvez ese investigador nato que habita en mí, aflora para demostrar que todas las personas llevamos un buen ser humano dentro y me constituía en el garante de que esa persona se descubra así misma como un ser humano bueno.
Entonces esa amistad me trajo consecuencias con mi buena madre y con mi abuela.» Hijo, ¿qué haces con ese niño?». Es mi amigo mamá. «Bueno hijo, no me parece”, decía mi madre. Me dijo: “Míralo hijo, mira sus pies con sangre y ese cuchillo envuelto en periódico en su espalda”.
Y yo le respondía: Es por que trabaja mamá. Entonces mi amada madre me decía: “Entonces, sácale agua para que se lave los pies. Invítale limonada. Sácale el peine para que se peine”. Está bien mamá. Ahorita le digo a Veneno. Ella volteó: “¿Veneno? ¿No tiene su nombre hijo? Llámalo por su nombre. Debe tener un nombre”. Está bien mamá. Y entonces mi madre insistió: ¿Y es necesario que sea tu amigo Juan Carlos? Digo al menos, hay otros amigos.
¿Y de qué hablan? Bueno, mamá me habla de su trabajo y de sus cosas. No seas malita má, déjalo que siga viniendo. Entonces mi madre zanjó el tema: “Bueno hijo, si tú dices que es así, así es. Pero sácale siempre agua para que se lave sus pies. Invítale limonada, enséñale cosas. Tienes que aprender a decidir tus cosas” Eso dijo mi madre.»
Un día Veneno tuvo que prepararse para hacer la Primera Comunión. Carajo, fue un shock para el barrio. Era la noticia en primera plana de todos los periódicos imaginarios del barrio. Como hará para controlar su prodigiosa lengua llena de lisuras hermosas. ¿Cómo hará? Bueno, mi pobre amigo cada día iba bajando el ritmo lisuriento de su boca. Cuando se acercaba el día de la Primera Comunión, la última semana había llegado a una lisura por día. Me comentaba con su gracia, su esfuerzo. Me decía,» loco Juan Carlos, es difícil.
Imagínate que en el Camal todos me resondran, me dicen huevad…digo, cosas, y no les puedo responder. El padrecito dice que lo haga por Jesús, que El me bendecirá. Tú crees que eso sea cierto? ¿Ese Jesús que es Dios me querrá a mi Juan Carlos?”. Pues yo creo que si Veneno. «Oe Juan Carlos, el padrecito dice que ya no me digas Veneno, sino mi nombre”. Bueno, te diré tu nombre pes.
Y caray llego el 08 de diciembre de 1977. Amaneció soleado. Y yo contento, pues ese día hacíamos la primera Comunión ambos. Veneno y yo. Así que luego de la Primera Comunión, pase viéndole un rato por su casa. Andaba feliz. «Todo el día no he dicho lisuras. Todo el día», me dijo. A las 6pm fui a la panadería Gonzales a comprar pan y pasé por su casa otra vez estaba afuera de su casa sentadito, sin su ropa blanca. Estaba sin zapatos como siempre y andaba triste.
Me acerqué y le dije ¿Oe, qué fue? “La cag…, Juan Carlos. La cag…». Aguanta con las lisuras, le dije.» Qué chu… si ya la cag…» “…Pero qué pasó? No que mi tío hecho el pend…, me miró y me dijo. Y, reconc… la bien puct…, la cuartelera de tu madre. Y ya no me aguanté. Dije, perdóname Jesusito (así como me dijiste loco) y le dije, «oe que tienes caga… de mier… Reconc… la bien puct… de la tuya mierd…»…Y me solté de lisuras reconch…su …”.
Bueno, Veneno que vas a hacer, la cag…. Ni más ni menos.