Karina tenía apenas 20 años cuando, sin saberlo del todo, escuchó a su corazón hablarle más fuerte que la razón. Entendió entonces que el tiempo no avanza con cuidado y que, tarde o temprano, se lleva todo lo que amamos. Por eso, aquella Navidad no pidió objetos ni promesas. Le pidió a su padre algo infinitamente más frágil y, a la vez, eterno: su voz.
La voz que hizo de la infancia un refugio
El padre de Karina no leía cuentos, los encarnaba. Cada personaje tenía un matiz distinto, cada página un ritmo propio. Había risas exageradas, susurros cómplices y silencios que decían más que las palabras. Así, noche tras noche, esa voz se convirtió en refugio, en calma, en hogar. Por ello, Karina quiso atraparla antes de que el tiempo decidiera lo contrario. Le pidió que grabara sus libros infantiles favoritos, convencida de que algún día sus hijos necesitarían sentir lo mismo que ella sintió al cerrar los ojos y escuchar.
Un legado grabado con amor
Su padre aceptó sin saber que estaba dejando una herencia invisible. En esas grabaciones no solo quedaron cuentos, sino también la respiración pausada, la risa contenida y el cariño que no siempre se dice en voz alta. De este modo, Karina guardó algo que no pesa, pero sostiene. Algo que no ocupa espacio, pero llena el alma.
Cuando el futuro finalmente llegó
Hoy, su padre sigue con vida. Sin embargo, el tiempo ya avanzó lo suficiente como para recordarle que nada es permanente. Su hijo crece y está a punto de tener la edad necesaria para escuchar cuentos en persona. Aun así, la grabación permanece intacta. Cada vez que Karina la reproduce, siente un nudo en la garganta y una certeza profunda: pase lo que pase, su hijo conocerá la voz de su abuelo. La escuchará reír, imaginar, amar.
Una Navidad que sigue latiendo
En medio de luces, regalos y celebraciones, la historia de Karina duele y abraza al mismo tiempo. Porque recuerda que amar también es anticiparse a la ausencia. Esa grabación es su manera de decirle al futuro que no todo se pierde. Que algunas voces, cuando se guardan con amor, pueden atravesar generaciones y seguir contando historias, incluso cuando el silencio intenta imponerse.

