En los últimos años, el consumo de alimentos ultraprocesados ha crecido de manera considerable en todo el mundo. Estos productos, diseñados para ser prácticos y durar más tiempo en los estantes, se encuentran en la mayoría de los hogares y forman parte de la dieta diaria de niños y adultos. Sin embargo, su composición, alta en azúcares, grasas saturadas y aditivos químicos, puede generar consecuencias negativas para la salud a largo plazo. El Dr. Antonio Gómez Saavedra, miembro del Comité de Salud Pública, explica para «Mèdico en casa» qué son los alimentos ultraprocesados, cómo identificarlos y por qué reducir su consumo es fundamental para prevenir enfermedades.
¿Qué son los alimentos ultraprocesados?
Los alimentos ultraprocesados son productos industriales que, además de ingredientes básicos, incluyen compuestos sintéticos como conservantes, colorantes, saborizantes y edulcorantes artificiales. Estos componentes se añaden para prolongar la vida útil del producto, mejorar su sabor o su textura, pero disminuyen el valor nutricional del alimento original.
Por ejemplo, una manzana fresca es un alimento natural. Si se convierte en puré envasado, ya ha pasado por un proceso industrial que puede incluir azúcar añadida y conservantes. Si se transforma en un jugo en caja, probablemente contenga varios aditivos, colorantes y saborizantes artificiales. Este es un claro ejemplo de cómo un alimento natural puede evolucionar hasta convertirse en un ultraprocesado.
Entre los productos más consumidos se encuentran los jugos envasados, cereales azucarados, galletas, snacks, embutidos, comidas instantáneas, gaseosas y bebidas energéticas. Muchos de ellos se promocionan como saludables, con etiquetas que indican “fortificado con vitaminas” o “sin azúcar añadida”, pero esto no significa que sean seguros para un consumo frecuente.
Efectos del consumo frecuente en la salud
Diversos estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten que una dieta alta en alimentos ultraprocesados está relacionada con el aumento de enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad, la hipertensión y la diabetes tipo 2.
En niños, el consumo frecuente de productos con exceso de azúcar y grasas puede alterar el comportamiento alimentario, aumentar el riesgo de sobrepeso, causar caries y generar preferencia por sabores intensamente dulces. Además, estos alimentos están vinculados con problemas como hiperactividad, falta de concentración y alteraciones en el sueño.
En adultos, los efectos se reflejan en un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, hígado graso, cáncer, resistencia a la insulina y problemas digestivos debido a la alteración de la microbiota intestinal. El impacto no es inmediato, sino acumulativo: los hábitos alimenticios diarios son determinantes en la salud a largo plazo.
Cómo identificar un alimento ultraprocesado
Reconocer un ultraprocesado no siempre es fácil, ya que muchos productos se promocionan con mensajes que sugieren ser saludables. Sin embargo, hay señales claras que permiten identificarlos:
- Lista de ingredientes extensa: si contiene más de cinco ingredientes, especialmente con nombres difíciles de pronunciar o que no corresponden a alimentos naturales.
- Presencia de aditivos químicos: como colorantes, saborizantes, emulsionantes y conservantes.
- Publicidad engañosa: frases como “cero azúcar”, “light” o “fortificado” suelen ocultar la presencia de edulcorantes o aditivos.
- Octógonos en el envase: advertencias como “Alto en azúcar”, “Alto en sodio” o “Alto en grasas saturadas” indican que el producto supera los límites establecidos por las autoridades sanitarias.
Leer la lista de ingredientes es fundamental, ya que la tabla nutricional puede dar una idea general, pero no detalla todos los compuestos que contiene el producto.
Recomendaciones para reducir el consumo de ultraprocesados
Reducir el consumo de estos productos no significa eliminarlos por completo de la dieta, pero sí moderarlos y optar por alternativas más naturales. Algunas recomendaciones son:
- Elegir alimentos frescos como frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y carnes sin procesar.
- Sustituir bebidas azucaradas y jugos envasados por agua, infusiones sin azúcar o jugos naturales preparados en casa.
- Evitar que los niños consuman productos con exceso de azúcar en desayunos y loncheras escolares.
- Leer siempre las etiquetas antes de comprar y optar por productos con menos aditivos.
El papel de la educación alimentaria
La educación nutricional desde la infancia es clave para cambiar hábitos alimenticios. Expertos señalan que enseñar a los niños la diferencia entre alimentos naturales y procesados ayuda a prevenir enfermedades en la edad adulta. Según la OMS, modificar la alimentación en etapas tempranas puede reducir el riesgo de obesidad y otros problemas de salud en generaciones futuras.