El robo de celulares es el delito más común  en la región.  Según estadísticas sin embargo, cada año las denuncias van disminuyendo porque la gente considera que es una pérdida de tiempo. Y así  como  hay personas  golpeadas  que se resisten a que su agresor vaya a la cárcel, esta sociedad nuestra se acostumbró a ser violentada y desiste de exigir sus derechos.

Fue de a pocos y sin darnos cuenta que dejó de apestarnos la basura. Era raro ver en las calles bolsas repletas de desperdicios. Ahora Piura amanece con calles convertidas en basurales (la pared lateral de la Udep, por ejemplo, ahora es un completo muladar). De pronto, nos acostumbramos a las pistas destrozadas que ponen en grave riesgo a los peatones y conductores. También nos acostumbramos a las obras inconclusas, a una EPS Grau que  nos crea ríos de agua pestilente fluyendo por las calles, a las mototaxis sin luces ni placas circulando orondas por Piura, a las motos que hacen transporte público, a los ambulantes que fueron sacados del mercado y ahora acordonan Pachitea, a las autoridades ociosas y ladronas las reelegimos y les perpetuamos su nombre en calles y asentamientos humanos.

Nos acostumbramos al serenazgo que nunca responde, a la  patrulla que nunca llega, al alcalde que nunca te atiende, al congresista que  solo aparece en la foto, al Plan de Seguridad Ciudadana que nunca se ejecuta. Se nos hizo costumbre vivir  con un policía para casi 700 piuranos, cuando lo recomendable es uno  para cada 250.  Es ya una estampa piurana  ver a los pocos policías que nos deberían  proteger,  ir  caminado por su zona de guardia guasapeando en sus smartphones, evitando las zonas peligrosas pero poniéndose “bien machitos” con los ciudadanos de bien. Nos acostumbramos a tener un ministerio del interior, ineficiente con mayor corrupción que  antes y con menos eficiencia para la inversión de su presupuesto asignado.

Nos acostumbramos al  delito. Ya no nos suena raro escuchar que nuestra  Piura se lleva el diploma  por ser  la tercera ciudad más violenta del país. Nos acostumbramos a la muerte, al homicidio, al feminicidio, a la violencia cruda por  género, homofobia y transfobia.

La sobre exposición del dolor nos ha vuelto insensibles, imperturbables, catatónicos. Nos preocupa más la pobre protagonista de la novela turca cuya hermana le robó la identidad, que aquellos delincuentes de la vida real que roban vidas a los jóvenes en las calles. La noticia pasa y deja de ser, no nos genera ni un solo gesto en el rostro. El asesinato del prójimo a pocos  conduele, a pocos lastima.  Es mejor despertar ahora y recuperar la Piura segura y limpia que se ven en las fotos del recuerdo. Por ello #QuieroMiPiuraSegura