Finalizaba el año 1981, yo recién había cumplido 14 años de edad. Un día mamá me llama al cuarto en nuestra vieja casa de siempre y me dice: “Hijo en unos días nos vamos a Lima. Tú y yo. Iremos a ayudar a tu tía Hilda. La esposa de tu tío Guillermo va a dar a luz a su hijo, su primer hijo y la mamá Matilde me pide, hijo, que vayamos a Lima. Así que nos vamos".
Y así fue. Viajamos en "Roggero". Salimos un 22 de diciembre de 1981 a las 5:00 pm, llegamos a Lima al día siguiente a las 9:00 am. Recuerdo que mi tío nos fue a recoger a la agencia y nos llevó a conocer a la "petisa", así le decía mi tío a su esposa por ser pequeña de estatura.
Ese día llegué. Estaba Lima llena de magia de Navidad. Adornos navideños por todo sitio, luces. Llegamos y me instalé en un cuarto para mi madre y para mí. Cada uno en su cama. Luego de desempacar veía Lima desde el balcón del departamento de mi tía. Era la avenida Colmena. Al costado de ese edificio había una pollería y un cine, al otro lado había un local donde había pinball.
Esa noche salí a conocer donde viviría. Y al descender recuerdo bajando las escaleras un niño gordito casi de mi edad. Se acercó y de frente me dijo: ¿eres nuevo?, sí, le dije. Soy de Piura. Ven vamos abajo a jugar. Tenía su balón y bajamos. Nos pusimos a jugar. Se asomó del tercer piso otro niño. Se llamaba Luis, le decían Luchito. Era tan flaquito como yo. Los 3 esa primera noche jugamos a patear penales. Tenían ambos 13 años. Un año menor que yo. Nos hicimos inseparables aquel verano. Permanecí en Lima 2 meses y medio. Y salíamos a jugar. Un día escuché que Rafo dijo: nosotros somos de la "U". Vamos a verle entrenar siempre y nos dejan entrar. ¿No quieres ir? Ese día fui. Y aunque los vi de lejos. Pude apreciar a Ramón Quiroga, a Eusebio Acasuzo y les conocí.
Aquella tarde luego de ese entrenamiento, se acercaron y Quiroga nos miró. Y gritó: Quién de ustedes es arquero? Y "Rafo" me miró a mi. Y Quiroga se acercó al alambrado y con la mano me llamó. Y entonces ocurrió el prodigio. Todos lo vieron. Se sacó sus guantes. Y me los dio. Todos aplaudieron. Estaban desgastados de tanto jugar en los entrenamientos y yo me los puse inmediatamente, volteé a ver a mis amigos y levanté mi mano derecha con el signo de la victoria. "Rafo" me miró entre bravo y alegre. Vaya, me dijo. "Recién tienes 3 días de haber llegado a Lima y mira ya tienes los guantes de Quiroga".
Desde ese día "Rafo" me dijo: "No hay duda.Yo ya no soy el líder de nuestro grupo. Desde hoy eres tú. Dios y la "U" así lo han querido". Y así fue. Les dije que me acompañaran a jugar a otros barrios. "Luchito" dijo: "Nunca salimos de aquí. Nuestros padres nos pegan". Bueno, les dije: ¿No que son limeños? Y son más pendejos que este piuranito cojudo y flaco? Vamos carajo. Es hora de irnos.
Luchito le aviso a su hermano Carlos. Que tenía 16 años y este en vez de corregirme, les dijo: "Juan tiene razón. Vamos conchesumare". Y empezamos a ir a jugar y ya no éramos 3 o 4. De pronto en una semana la collera era más grande. Iba al pinball abajo y los llevaba. Así que me puse a observar y en 3 días me hice experto en matar naves y luego experto en pasar todos los niveles. Había un juego que tenía 16 niveles y yo era recontra experto en esa máquina. En 5 días de llegado yo dominaba esa y otra máquina. Recuerdo que una noche llegué a las 7:00 pm y en un solo juego daban ya 4 horas y aún iba por el nivel 15. Ya estaba llegando al 16. Y todo el barrio de la Colmena miraba al piuranito flaco que hacía cagar a la máquina y con un solo juego. "Rafo" y "Luchito" se hicieron mis hinchas. "Eres la cagada Juan". Ellos no me llamaban Juan Carlos, como todos. Ellos me llamaban Juan. El que cuidaba los juegos se acercó. Y me dijo: "Mañana vienes. Abro a las 7:00 am y sigues jugando". Protesté. Es que tendría que volver a empezar y me falta poco para llegar al último nivel, al nivel 16. Me miró y me dijo: "Lo siento chibolo. Vienes mañana.Ya tengo que cerrar”. Así que la collera se levantó temprano y me puse a jugar a las 7:00 am.
Esta vez volvió a dar las 11am y llegué al Nivel 16 y le gané a la máquina carajo. El guardián me dijo: "Tienes derecho a jugar otro juego gratis". Y lo hice. Sin duda alguna.
Por aquel verano hubo huaycos y la carretera central dañó el pase de alimentos. Las cosas encarecían. Una inflación bárbara. Mi madre preocupada porque desde Piura no nos podían mandar encomiendas con dinero o alimentos. Y entonces, una mañana me levanté y me fui a buscar trabajo. Me puse a repartir volantes de una Academia Preuniversitaria y luego a vender periódicos. Lo hacía entre las 7:00 am a 8:00 am. Y mi madre me veía volver a las 9:00 am. Todos los días le llevaba 10 soles. Un día mamá preguntó: "¿De dónde sacas dinero Juan Carlos?". Trabajo cuidando en el pinball, le respondí. Nunca le dije que vendía periódicos y que repartía volantes. Mamá se habría molestado. Un día bajó a preguntar al señor del Pinball, pero yo no fui cojudo. Ya le había dicho al señor del Pinball que le responda que sí. Y ella se quedó tranquila.
Con mis amigos de Lima me hice hincha de la "U" a muerte. En el verano no había campeonato. Así que los jugadores solo entrenaban y los íbamos a ver siempre. El día 03 de enero acompañé a mi madre a que mi tía diera a luz a su hijo. Mi primo Wilhem. Lo vi desde pequeñito cuando nació. Lo cuidaba con mi mamá. Por alguna extraña razón los niños desde pequeñitos siempre me han amado así que me hice su amiguito. El oía mi voz y me hacía caso.
Ese verano me hice para siempre de la "U". Sentía que era mágico. Que así como han pasado tantas cosas en mi vida, esta tenía una luz especial. Quiroga me escogió. Y me sentí fuera de este mundo. Aquel verano conocí a esos amigos mágicos. Les prometí volver. Se despidieron con lágrimas en los ojos. "Tienes que volver Juan. Tienes que prometerlo". Nunca más nos volvimos a ver. Cuanto daría por verles otra vez.
Aquel verano de 1982. La "U" y yo nos hicimos amantes para siempre. Ni más ni menos.