La publicación de un informe PISA de la OCDE acerca de cómo repercute el uso escolar de los ordenadores en las notas de los alumnos desencadenó ayer una oleada de titulares absurdos, irresponsables, cogidos por los pelos y peligrosísimos de cara al futuro, en los que con toda ligereza se acusaba a la introducción de la tecnología de “no servir para nada”, o incluso de poco menos que “ser perjudicial para el aprendizaje”.

Una lectura mínimamente rigurosa del estudio permite ver que en realidad, se trata de una interpretación absurda. Lo que el informe viene a demostrar es que en las circunstancias actuales, con una introducción de tecnología que se ha limitado a cambiar las herramientas sin variar la metodología, y que se aún encuentra en una fase de pruebas absolutamente temprana, los resultados no son milagrosos, sino simplemente lógicos: si quitamos a los alumnos el papel y el bolígrafo y les ponemos un tablet o un dispositivo similar en las manos… ¡sorpresa! ¡Se distraen más! Lo raro, por supuesto, sería que esto no ocurriese así. Resulta no evidente, sino de perogrullo, que un artefacto electrónico conectado a la red ofrece infinitas oportunidades más para la distracción que las que ofrece un papel y el bolígrafo en el que, como mucho, podemos dibujar unos cuantos muñecos con palotes, hacer algunas cadenetas, o ya acercándonos casi a los deportes de riesgo, hacer una pajarita. Frente a esto, la versatilidad de los terminales móviles o los ordenadores es impresionante: podemos comunicarnos, acceder a un ilimitado océano de contenidos buenos, malos o regulares, ver vídeos de gatitos, o incluso jugar.

Obviamente, si lo único que hacemos es cambiar de soporte, pero no alterar la metodología, ni formar a los profesores, ni modificar siquiera la manera de evaluar, lo único que haremos con la tecnología es crear una generación de alumnos que se habrán pasado una parte significativa del tiempo de clase dedicándose a otras cosas. Algo, claro, completamente absurdo. Y algo que, por otro lado, se repite en todas las introducciones de tecnología que hemos visto a lo largo de la historia, en empresas y en actividades de todo tipo: creer que lo que lo cambia todo es la tecnología. Pensar que basta con introducir tecnología para que, como quien añade levadura a una masa, todo automáticamente funcione, la actividad mejore y todos seamos felices y comamos perdices. Por más veces que veo repetirse este error casi infantil, nadie parece estar dispuesto a aprender de la experiencia.

La pista más clara la tenemos en este comentario del director de educación de la OCDE, Andreas Schleicher, que afirma que

“la tecnología en las aulas puede ser una distracción y resultar en alumnos dedicados a cortar y pegar respuestas prefabricadas de internet para sus deberes”.

¡¡PUES CLARO!! ¿SORPRESA? Demonios, si no cambiamos el tipo de deberes que pedimos, si seguimos evaluando en función de algo tan absurdo como “encuéntrame esta información” cuando la información se encuentra a un clic de distancia de una búsqueda mínimamente hábil, obtendremos precisamente eso: un alumno feliz porque en vez de tener que ir a una biblioteca, buscar una enciclopedia y copiar a mano lo que pone en el apartado correspondiente, ha podido simplemente hacer cuatro clics sin levantar la vista de la pantalla, y considerar los deberes hechos. Es más: si le decimos que eso está mal y que no se puede hacer, se dedicará absurdamente a cambiar la redacción “para que diga lo mismo sin parecerlo”, otra absurda pérdida de tiempo.

No, el problema no está en la tecnología, está en no tener sentido común para modificar las pautas de una enseñanza aún basada en el “encuéntrame esta información y apréndetela de memoria”. Los resultados del informe son facilísimos de entender: hemos introducido tecnología sin el más mínimo sentido común, hemos dejado que los alumnos la usasen sin ningún tipo de cambio metodológico, hemos examinado a los alumnos exactamente igual que como lo hacíamos antes… y los resultados son peores. Lo siento, pero si eso te sorprende, es que tienes un problema de escaso entendimiento.

Cuando ayer hablé con Amaia Mauleón, de Faro de Vigo sobre el tema, que tituló “España usa mal las pantallas en el aula” (pdf), intenté dejar claro precisamente eso: que la tecnología no es ningún tipo de ingrediente mágico, y que los resultados positivos de su introducción solo se obtendrán cuando se cambien las metodologías, el tipo de ejercicios que se piden, la formación que se da a los profesores y, por supuesto, la manera de evaluar. Pero que, nos pongamos como nos pongamos, pretender que las escuelas y colegios se conviertan en reductos herméticos en los que la tecnología no penetra a pesar de su cada vez más amplia difusión en la sociedad es una absoluta estupidez y algo completamente insostenible.

Precisamente es ese punto, el de considerar la introducción de la tecnología en la educación como un camino sin retorno posible, el que veo destacado al final de la cobertura de la noticia en BBC News, de donde extraje también la cita con la que he ilustrado esta entrada, con frases como:

“When people say too much money is being spent on technology in school, my response is ‘Nonsense’. What we need is more money, more investment.” (John Morris, Head Teacher)

“It is endemic in society now, at home young people will be using technology, there’s no way that we should take technology out of schools, schools should be leading not following.” (Mark Chambers, CEO de Naace)

“Adoption of technology in the classroom can’t be turned back.” (Tom Bennett, experto gubernamental en comportamiento)

Pero esto, claro, no sale en los titulares. Muchos prefieren poner en letras grandes una serie de conclusiones precipitadas y absurdas, que la realidad no estropee una buena noticia. En lugar de adentrarse en el informe y comprobar que, en realidad, nadie en su sano juicio está hablando de eliminar la tecnología de las aulas ni retrasar su introducción en modo alguno, y que simplemente se trata de seguir introduciendo tecnología, cada vez más y cada vez mejor, ayudando a construir un entorno en escuelas y colegios que refleje el que los alumnos se encuentran en la sociedad, y que de verdad refuerce los procesos de aprendizaje en base al uso de las metodologías adecuadas.

Si tras tu lectura del informe OCDE te has quedado con que de alguna manera hay que ralentizar o evitar la llegada de la tecnología a las aulas, espero por el bien de todos que te encuentres muy alejado de los centros de decisión en estos temas, porque eres oficialmente un peligro. Si eres una madre o un padre preocupado y que cree, tras leer noticias sobre este tema, que está perjudicando a sus hijos porque les está facilitando el uso de tecnología en su educación, olvídalo: NO ES CIERTO, Y QUIEN PRETENDA CONVENCERTE DE ELLO, MIENTE. El informe de la OCDE no dice eso.

Cuanta más familiaridad con la tecnología tengan tus hijos y cuanto mejor sean capaces de utilizarla para aprender, mejor. Busca para tus hijos un colegio en el que la tecnología no sea una extraña, no esté perseguida, que no construya una especie de burbuja del siglo pasado en la que aislar su actividad. Y sobre todo, que invierta no solo en tecnología, sino también en el desarrollo de metodologías que integren la tecnología en el aprendizaje. Verás como eso sí se convierte en una ventaja para tus hijos en el futuro.