Cuando murió Haya de la Torre en 1979 la prensa recogió en fotografías y en videos televisados el multitudinario sepelio. Fueron 4 días de impactantes noticias de la partida del líder aprista. A partir de ese día con una sorpresiva sinvergüencería la prensa creo un Santo Civil. A partir de ese día la prensa ridiculizó el poco sentido común del pueblo para no elegir a este Grande de la política nacional. Por una convención hipócrita empezó una especie de doloroso desagravio constante. Como si una culpa colectiva recorriera el país ante la desaparición de Víctor Raúl. Pero sería bueno recordar la verdad. Es bueno que un acto de catarsis colectiva incluya la verdad histórica. Tras su búsqueda vamos. A ver que les parece queridos lectores.
Resulta que en el año 1923, el 23 de Mayo el Gobierno de la época buscaba su primera reelección y quería usar un acto litúrgico para su campaña electoral. Y un joven estudiante de 27 años insurge contra esa grosera manipulación. Durante los siguientes años la prensa y los enemigos comunistas y derechistas le endilgaron el apelativo de “AntiCristo” a Haya de la Torre. Un gran sector del pueblo. Digamos el 70% de la población creyó fervientemente en esta primera etiqueta. “AntiCristo”.
En 1931 Haya de la Torre a los 35 años compite por la Presidencia, Sánchez Cerro quemó ánforas en Puno y le roba el triunfo al líder del APRA. En el Perú había un enardecido dolor por el robo. Y en Trujillo se levanta el pueblo en insurrección contra el fraude. El Gobierno de Sánchez Cerro aplasta al pueblo. Más de 6,000 muertos. El Gobierno y la prensa acusaron a Haya de la Torre de ordenar el ataque del Cuartel D´onovan. En el proceso se acreditó que Haya de la Torre nunca ordenó ni un ataque.
El comunismo lo acusó a Haya de la Torre de ordenar el ataque y abandonar al pueblo a su suerte. Luego matan a Sánchez Cerro. La prensa y la derecha culpan a Haya de la Torre. Le dejan en la mente colectiva ciudadana que Haya ordenó matar al Presidente. Nunca se probó. Pero quedó como una verdad. Cuando lo detienen al autor del disparo insisten mucho en que era “aprista”. A pesar que él declaró en el proceso que no recibió órdenes ni se reunió con Haya ni con ningún dirigente aprista.
Sin embargo, toda la década de los 30 los jóvenes crecieron con esa idea de Haya. Era común entonces que la gente pensara que había que matarlo. Por otro lado los comunistas y algunos compañeros dentro del mismo partido dejaron la idea que Haya había ordenado el ataque a Sánchez Cerro y luego lo había abandonado a su suerte. La persecución en los 30 significaron miles de muertos, exiliados. En los años 40, le ponen como condición a Haya y al APRA que para dejarlos tranquilos no debían postular a la Presidencia, sino que solo deberían apoyar a un tercero.
El Perú y los peruanos se acostumbraron a ver a los apristas como apestados, como ciudadanos de segunda clase. Ellos no debían opinar. Ellos son malos solo por el hecho de ser apristas. Son asesinos, son ladrones. En realidad el antiaprismo es una forma muy abierta de racismo, de marginación brutal que han cultivado durante décadas los comunistas y los derechistas en el Perú. E
n los 40 luego que el APRA en el Congreso cuestionara algunas decisiones del Gobierno de turno, en 1948, Odría da un Golpe de Estado y ordena matar a Haya de la Torre. Colombia lo asila en su Embajada. Luego de ese episodio el comunismo lo acusa Haya de la Torre de pactar con Odría el asilo. Empiezan a regar en todo el Perú la idea de que todo era un arreglo. A pesar que Odría pedía la entrega a Colombia y se desató un conflicto internacional entre ambos estados. Así llegamos a los años 50 y Haya había
sido sin tregua insultado y denostado. Ya se hizo costumbre nacional que eso sea así. Y en los 60 volvieron groseramente a cerrarle el paso a Palacio. Cuando sucede en 1962 una vez más el Veto de siempre un sector importante del Partido pierde la paciencia. Empiezan a regar internamente alentados por el propio ejército y por el Gobierno que el APRA si podía seguir y llegar al Poder pero sin Haya de la Torre. El problema era Haya. Había que apartarlo como sea del mando supremo.
En 1962, el APRA se subleva en una Convención contra Haya de la Torre. Le gritan: “El APRA es consecuencia y no Vacilación”; “Ni un paso atrás”. Luego de ese evento en el que Haya renuncia a ser Presidente y acepta el Veto, los rebeldes se van del APRA unos a otros movimientos y otros forman el APRA rebelde. Acusan a Haya de la Torre de traidor y débil. Decir que el APRA siempre respetó a Víctor Raúl es no respetar la Verdad histórica. En el 68 se da otro golpe. Velasco ordena otra vez que lo acusen al APRA de lo peor. Decir que Haya nunca ha sido tratado de inmoral es faltar a la verdad. Fue tratado por la prensa de terrorista, de genocida, de asesino, de narcotraficante, de vago. Fue siempre despedazado. Inmortalizado como el perverso, el cruel, el malvado.
Esta fue la estrategia con la esperanza de que al morir Haya el APRA desapareciera. Y hay que decir que algún sector del propio APRA lo veía como un peso a Víctor Raúl e internamente buscaban sacarlo de la Jefatura del APRA. Decir que nadie cuestionó a Haya de la Torre en vida es falso. Esta fue la forma salvaje en el Siglo 20 de como lo apartaron de por vida del Poder. Es al morir que crean una nueva ficción.
La misma derecha, el mismo comunismo, la misma prensa crea una nueva estrategia. Empiezan a decir insistentemente que Haya era un Santo Civil y lo reconocen como moral, como puro, pero el APRA no. Crean otra ficción. “Haremos un Santo Civil. Y cada vez que haya un líder nuevo pues usaremos a Haya de la Torre contra el nuevo líder. Haya era Santo. Un Gran Hombre. Pero tal o cual NO lo es”.
Esta estrategia ha sido usada una y otra vez para justamente invalidar al APRA y dividirla. El APRA ha sorteado este sortilegio de maldad. El APRA ha logrado vencer la Gran Hipocresía. Y lo hará siempre que no se encierre y logre siempre estar de lado de los ideales que Haya de la Torre le marcó. Y jamás oyendo a los que siempre los insultaron Ni más ni menos.