Era agosto de 1978. Recuerdo que hacía mucho frío. Mucho. Tenía yo apenas 10 años de edad, y hacía poco había campeonado Argentina en el Mundial que organizaron. Recuerdo que aún estaba fresca la polémica por la extraña eliminación de Perú por Argentina en una goleada sin par. Y aquél 26 de Agosto de 1978 salió en las noticias de la noche. …»HABEMUS PAPAM»….Eminentissimum ac reverendissimum Dominum,Dominum ALBINUM, Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem LUCIANI, Qui sibi nomen imposuit Iohannis Pauli Primi.
Al verte salir al Balcón…y luego saber por qué usabas 2 nombres. Entendí que un Gran Papa había llegado a la silla de Pedro. Pienso, sin temor a equivocarme que tu presencia en tan solo 33 días cambiaron para siempre los aires de la Iglesia.
Algunas personas esperan Grandes Encíclicas o Grandes discursos teológicos. O tal vez piensan que la Grandeza se mide por otros parámetros. Juan Pablo I cambió la Iglesia sin nada de ello. Con pequeños gestos humanizó la Iglesia. Veamos los grandes y hermosos aportes que este Papa hizo y que modificaron en adelante nuestra Iglesia Católica. Rechazó la coronación papal.
Antes que llegue Juan Pablo I, todos los Papas eran coronados. Se les ponía una corona gigante de tres cuerpos de oro y de piedras preciosas llamada TIARA. Representaba el Poder del Papa en el Cielo, la Tierra y su Autoridad Moral. Cuando llegó Juan Pablo I rechazó que lo coronaran. Escogió que simplemente lo invistieran y luego hubiera una misa sencilla y un saludo de sus hermanos cardenales.
Tenía planeado escribir cuatro Encíclicas que definitivamente hubieran revolucionado la Iglesia: Una sobre la unidad de la Iglesia y el diálogo con las iglesias separadas; otra sobre la mujer que se titularía Dios quiso nacer de una mujer; una tercera sobre la pobreza mundial y otra sobre la colegialidad de los obispos. El solo hecho que tenía planeado una Encíclica que valorara a la Mujer, ya en esa época hubiera profundizado las reformas del Concilio Vaticano II.
También el Papa Luciani se había planteado realizar las siguientes reformas: En primer lugar había afirmado: «La Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas”. Quería reformar el banco vaticano y decía: «Quiero que sean los obispos y los cardenales los que decidan la reforma del banco. Hay que llegar a la transparencia de las cuentas vaticanas. Debemos publicar los balances completos. El presidente del IOR (Instituto para las Obras de Religión, familiarmente conocido como Banco del Vaticano), el arzobispo Paul Marcinkus, debe ser sustituido en el respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no debe presidir ni gobernar un banco». Y otra revolución: «Los tiempos son maduros», decía, «para que en el cónclave que elige al Papa participen todos los obispos presidentes de las conferencias episcopales».
Había decidido que en los bastones pastorales desaparecieran el oro, la plata y las piedras preciosas. Pensaba ir a Israel para hacer de mediador entre judíos y palestinos y quería sustituir al secretario de Estado Villot con el holandés Johannes Willebrands, el gran campeón del ecumenismo durante el concilio.
Fue el primer papa moderno en hablar en singular utilizando «yo» en lugar del plural mayestático. También fue el primero en rechazar la silla gestatoria.
Desde que llegó al solio papal le confió a sus más cercanos colaboradores que duraría poco su pontificado. Que el que venía detrás de él viajaría por el mundo entero y que sería un extranjero no italiano. También es importante recordar que fue el primer Papa en querer hablar en público el día que fue elegido en el balcón del Vaticano. Los tradicionalistas no se lo permitieron. Cuando llegó apenas unos días después Karol Wojtyla a la silla de Pedro, tomó no solo su nombre sino parte de las ideas y del programa papal de su antecesor.
Lo primero que hizo fue aparecer en el Balcón para hablarle al pueblo romano. A partir de Juan Pablo I todos los pontífices lo hacen. Todos. Todos usan el yo a la hora de hablar y no el «nosotros». Todos han rechazado la coronación papal. Todos han rechazado la Silla de Rey (la Gestatoria). Tal como lo predijo Juan Pablo I, su papado fue breve. El siguiente Papa fue extranjero. Viajó por todo el mundo. Publicó adelantadas Encíclicas sociales hablando de la pobreza en el mundo. Publicó La Carta Apostólica «La Dignidad de la Mujer». Los gestos de sencillez y cercanía de Juan Pablo II en realidad eran una copia del amor profundo que irradiaba Juan Pablo I. Los siguientes Papas han continuado las líneas de reformas que Juan Pablo I se planteó. Ha sido Benedicto XVI el que implementó darle suma importancia a la Colegialidad de los Obispos. La llegada de Francisco ha retomado sus ideas originales y viene ya terminando de implementarlas. La Reforma de la Curia, de la Banca Vaticana, el interés que tiene Francisco en la Mujer y que se asegura que prepara una Encíclica sobre el tema.
A mi modesto juicio, todos los Papas luego de Juan Pablo I han seguido el camino trazado por éste. En tan solo 33 días demostró el valor de su presencia. Y esa sonrisa de Dios que apareció aquel Agosto de 1978 sigue sacudiendo al mundo. No pienso rehuir de tratar que pasó aquel 29 de Setiembre al amanecer. Sigo pensando que si fue asesinado. Mi lógica se basa en cosas simples. En Filipinas (Manila) unos años atrás Pablo VI sufrió un atentado mortal que estuvo a punto de costarle la vida. En 1981 Juan Pablo II sufrió el 13 de Mayo un atentado que casi termina con su vida.
En octubre y noviembre del año 2012 aparecieron evidencias de un presunto atentado contra Benedicto XVI. Entonces, me pregunto legítimamente ¿Por qué el no pudo ser asesinado? Pienso que si lo fue. Hoy Francisco es amenazado por la Mafia a la que ha excomulgado absoluta y públicamente. Entonces, ¿Por qué rechazar esta legítima posibilidad? Pienso así mismo que pronto debe ser elevado a los altares. Es más Francisco, estoy seguro, que pronto nos dará noticias de su pronta Beatificación. Juan Pablo I, la Sonrisa de Dios, lo merece. Ni más ni menos.