Carlos Arrizabalaga
Profesor de la Universidad de Piura
Según Martha Hildebrandt (1994), «aguaitar» ingresó al léxico americano junto con otros términos del habla marinera que llegaron en la colonización. Para los antiguos marineros catalanes (que eran excelentes), la “guaita” era el turno de guardia nocturna y de ahí derivó el verbo «aguaitar» que, al parecer, no arraigó en los dialectos romances peninsulares, pero pasó al de los marinos andaluces con el significado de mirar de reojo, por el rabillo del ojo, espiar cautelosamente. Es un origen muy antiguo, tal vez anterior a la invasión anglosajona de la Gran Bretaña.
Por ello, el verbo no proviene del inglés “to wait”, como algunos han especulado, aunque la semejanza tiene una razón de ser. En efecto, en la etapa temprana de la Edad Media se introdujeron varios germanismos en las lenguas romances y el verbo germánico “wathen”, ‘vigilar’ pasó al catalán y al occitano.
Varias palabras difundidas por el español americano fueron voces náuticas, incluso términos técnicos de los marinos. Todos los europeos llegaban luego de realizar largos viajes en barco, donde se familiarizaban con palabras como amarrar, bodega, botar, rumbo, flete, virar, timón, embarcarse, arranchar, abarrotar (de donde salió abarrotes), zafar, aparejar (y aparejo), abordar y arribar. También tiene ese origen “mazamorra”.
Al llegar a tierra firme, esos términos pasaron al uso cotidiano: una playa de estacionamiento estará muy lejos del mar, pero la playa era el lugar natural donde desembarcaban los viajeros. Los barcos se movían mucho con las tormentas, por lo que las mercancías debían ir bien aseguradas con barras y barrotes, de donde abarrotar, por sinécdoque, vino a ser sinónimo de llenar; bodega, de tienda; y abarrotes, de mercancías.
“Aguaita si llegan”, le dice José Celestino a Ramoncito, uno de los nietos del entrañable personaje inventado por Vegas Seminario. Pese al parecido fonético, tampoco tiene relación alguna con “guata”, que es palabra mapuche introducida al español andino.