Con la fiesta del fútbol por el Mundial de Rusia 2018 también aumenta el acceso a los videojuegos, los cuales pueden ser causales de ansiedad, ira y frustración, advirtió Carlos Vera, psiquiatra del Hospital III de Emergencias Grau de EsSalud.
El galeno refirió que esos trastornos se caracterizan por un patrón de comportamiento de juego «continuo o recurrente» y se relaciona a condiciones negativas por el exceso de los juegos digitales, en especial aquellos de guerra, peleas o el contraste de carreras/fútbol.
“La falta de control de los padres que se les da antes que a los deberes diarios o estudios es preocupante por el alto nivel que alcanza este tipo de conducta y hacen de ello un problema de salud mental”, advirtió el psiquiatra de EsSalud.
Indicó que las computadoras, consolas o celulares inducen a que niños, adolescentes y hasta adultos sean atraídos por los videojuegos. No se trata de una simple distracción y puede transformarse en un grave problema, debido a la cantidad de adolescentes que ignoran sus estudios, la vida social y familiar para no interrumpir su juego.
“Si esto pasa los padres necesitan tomar cartas en el asunto, para limitar el tiempo en que los jóvenes pasan frente a las consolas”. No solo deben preocuparse por la salud física de sus hijos, sino también por su salud mental, la cual es fundamental para que gocen de integridad y plenitud.
“La esencia de los juegos es premiar la permanencia y el esfuerzo, dando recompensas. Esto atrae y motiva a los usuarios a seguir, los incita hasta la compulsión y genera adicción en las personas más vulnerables. Lamentablemente, los adolescentes se encuentran en esta condición porque no mantienen una buena relación con sus padres”, afirmó.
Además, resaltó que cada vez se observa un aumento notable en las alteraciones del conocimiento, emociones y conductas negativas de los adolescentes.
“Es clave que los padres hagan sentir bien a sus hijos, celebrando sus logros, prestando atención a sus emociones (felicidad, tristeza, enojo) y enseñándoles a canalizar sus sentimientos. No permitir que la tecnología siga abriendo brechas en la comunicación entre padres e hijos, además de ser una fuente latente de información inadecuada y peligrosa para la salud mental de los hijos”, concluyó.
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