En marzo del 2017, la vida de Rosa Maribel Vilcherrez Valverde cambió para siempre. La casa en la que vivía ella, su esposo y su hija Marcia Alejandra se inundó. Solo pudo rescatar las cosas de su hija y su vieja máquina de coser. Junto con sus vecinos y miles de piuranos se convirtió en una damnificada por la inundación del río Piura y, como varios, fue reubicada en el desierto de la carretera Piura-Chiclayo.
En los albergues había mucho qué hacer: buscar o preparar comida, traer agua, limpiar y cuidar a los niños. Ella hizo todo eso como decenas de mujeres, pero se enfocó más en la protección de los niños. En el albergue San Pablo en donde vivió por cuatro meses se apuntó para ser una de las voluntarias encargadas de proteger a los niños.
“Comencé siendo la presidenta de la olla común, luego recibí charlas, trabajé con los niños, les enseñamos sus derechos, les enseñamos cómo protegerse de la violencia física o prevenir un ataque sexual y jugamos mucho con los niños porque muchos, como todos, estábamos traumados por lo que nos tocó vivir con la inundación”, recuerda.
Como voluntaria en el proyecto de protección de Save the Children, Unicef con el financiamiento de ECHO, Maribel Vilcherrez estuvo cuatro meses porque se enfermó de dengue.
“Casi muero. Estaba muy débil, me daban fiebres muy altas, estaba en malas condiciones, el cabello se me caía y mi familia decidió limpiar y acondicionar como sea la casa en la que vivíamos antes de la inundación para que regresara porque estaría más cerca de una atención médica”, explica. De vuelta en Pedregal Grande se enteró que Unicef había instalado una carpa de Protección en la calle Comercio con la autorización del municipio delegado. Esto la llevó a convertirse, por segunda vez, en voluntaria.
Once meses después de la inundación, Maribel Vilcherrez es aún voluntaria en la carpa de protección, la única que permanece en toda el área que fue afectada por la inundación del río Piura. Ahí recibe, los jueves y viernes de 3 a 4 p.m., a más niños de un año hasta los 11. Con ellos trabajan temas educativos, les enseñan sus derechos, pero sobretodo hay muchos juegos, labores manuales y conversación con los niños.
¿Por qué lo hace?
Algunos en Pedregal Grande creen que Maribel recibe un sueldo o es una motivación económica la que la anima a mantener la carpa de protección pero no es así.
“Me críe con mis abuelos y éramos muy pobres. Trabajé desde niña como tejedora de paja y en la limpieza de casas. Para estudiar fui a vivir a la casa de la auxiliar de mi colegio porque no tenía dinero para viajar todos los días. Solo así pude acabar la secundaria, pero en medio de mi pobreza siempre me gustó ayudar a otros como me ayudaron a mí”, precisa.
Maribel no solo es voluntaria en la carpa de protección de Pedregal Grande, también apoya a la iglesia Católica. Durante buen tiempo fue catequista, pero ahora tiene otras labores. Ella es el claro ejemplo de que la voluntad y la dedicación, juntas, pueden hacer grandes cosas.
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