Por: Juan Carlos Mejía Seminario
Cuando en una librería vi el título del Libro me sentí atraído. “¿Cómo habla Dios?” Ese era el título. Cuando lo tomé para revisarlo pues la curiosidad aumentó, lo compré. Su autor, el Padre del Genoma Humano. El científico Francis Collins con suma genialidad va mezclando lo que el racionalismo había puesto como agua y aceite. Collins, quien durante diez años fue el líder del Proyecto Genoma Humano, va con pulso de cirujano desmintiendo el mito “intelectual” de que no es posible conciliar la Fe en Dios y la rigurosidad científica.
El libro es una demostración del nexo indisoluble entre la Ciencia y la Fe. Y cómo más bien hay una coexistencia dentro de una misma persona de las dos perspectivas, la científica y la espiritual. Primero va analizando y destrozando cada enunciado que la “seudo ciencia” ha señalado como Principios Básicos de la No Existencia de Dios. Con maestría y genialidad va desmontando cada argumento contrario a la existencia de Dios.
Este trabajo te transporta en forma detallada a la creación del ser humano. Una de las primeras cosas que te noquea totalmente es que Collins explique que el ADN de todos los seres vivos es uno solo. No hay diferencia entre el ADN de un animal, cualquiera que sea, y el de un ser humano. La composición es la misma. Exactamente la misma. También logra detallar con inimaginable maestría que la alteración de una sola letra en toda la cadena genética puede traer desórdenes terribles humanos. El más impresionante es el desorden que trae consigo las enfermedades.
Una vez que concluyes de leer el libro te da ganas de leerlo por segunda y hasta por tercera vez. No solo aprendes, sino que, además, te ayuda a confirmar tesis personales y derriba frases comunes que en el mundo están, pero que no son ni rigurosas ni ciertas. De hecho, Collins logra algo pocas veces visto. Te logra demostrar que la ciencia, en éste caso la Genética, es el medio más eficaz en demostrar la existencia de Dios. Si luego de leerlo no lo ves claro, el problema ya es tuyo. No de la verdad tan a la vista. Ni más ni menos.