Yo creo, estimado lector, que esto de estar viendo la Telenovela Moisés nos ha terminado jugando una mala pasada. Ahora Piura, parece el Egipto de esa época. Digo esto porque ahora, cual egipcios descreídos de Eloeh las plagas nos invaden una tras otra. No encuentro yo otra explicación.
Y es que, justo cuando ya empezábamos a librarnos de la zancudera, que nos obligaba a acostarnos enjaulados en sofocantes mosquiteros, y cuando ya nuestros pulmones empezaban a desintoxicarse del espiral y del humo de la fumigación, una nueva plaga nos invade sin ganas de querer irse.
Se trata de grillos. Artrópodos que con un notable sobrepeso y un color cucaracha quitan la paz a las noches de Piura con su chirriar a escondidas. Aparecen de a centenares en las casas, invaden los restaurantes y pululan en los mall de la ciudad, extendiéndose cómo marrones alfombras en las veredas y causando retorcijones de estómago.
Yo les he declarado la guerra. Una guerra desigual, pero les hago frente. Cada noche, cuando las luces de los focos de encienden empieza la batalla. Después de quejarme al igual que otros por Facebook y averiguar sin éxito en internet cómo erradicarlos, me atrinchero en mi cama con la chancleta cerca de mi almohada, listo para aplastarlos. Después de un rato, sus cadáveres se cuentan de a decenas por toda la habitación, cuando creo que la batalla está ganada, ¡plock! suenan sus panzas: son más grillos aterrizando sobre el piso. ¡De nunca acabar!
Si con las luces encendidas, los pueden ver subiendo las pareces y ocultándose en las rendijas y cortinas, al apagar la luz, la cosa es peor. En medio de la oscuridad escuchas su torpe aletear y sus toscos aterrizajes, ¡A veces sobre tu cara!
La consigna es aplastarlos con la chancleta ¡No hay otra forma!, al menos yo no encuentro otros sistema de exterminio.
Dicen que no transmiten ninguna enfermedad, pero su presencia, incomoda, preocupa. ¿Quién nos libra de esta nueva plaga? Nadie lo sabe, nadie responde. Mientras yo duermo con la chancleta junto a la almohada.