El Día de los Difuntos en el Perú es una de las conmemoraciones más arraigadas en el calendario nacional. Cada 2 de noviembre, las familias visitan los cementerios, preparan ofrendas y participan en rituales que mezclan fe, memoria y tradición. Desde las velaciones en Piura hasta las ofrendas en Cajamarca, esta fecha une al país en un homenaje colectivo que combina lo religioso con lo cultural, manteniendo vivas las costumbres que honran a quienes partieron.
Tradiciones del Día de los Difuntos en el sur del Perú
En Arequipa, la celebración reúne a miles de familias en el camposanto La Apacheta. Los visitantes llevan flores, fotografías y alimentos favoritos de sus seres queridos. Una costumbre muy difundida es la Fiesta de las guaguas y mazapanes, donde se recrea el bautizo simbólico de panes con forma de recién nacidos. En paralelo, la llamada Ofrenda para los difuntitos convoca a familias enteras que comparten guaguas y mazapanes como símbolo de unión y memoria.
En Ayacucho, las casas se llenan de Tanta Wawas, panes en forma de niños, acompañados de frutas, bebidas y dulces que se colocan en mesas decoradas. Se cree que las almas de los difuntos regresan al hogar entre el 1 y 2 de noviembre. Las Tanta Wawas se entregan a los padrinos envueltas en manteles bordados, como muestra de afecto y agradecimiento, mientras los padrinos responden con obsequios.
En Cusco, la tradición inicia con un almuerzo familiar el 1 de noviembre, donde se sirve lechón y tamales de maíz. Al día siguiente, las familias acuden a los cementerios con flores, panes en forma de bebé o caballo, conocidos como “tanta wawas” y “caballos”, y entonan canciones que fueron del agrado de sus difuntos.
Costumbres del Día de los Difuntos en el norte y centro del país
En Piura, la festividad se distingue por las velaciones nocturnas, donde los familiares se reúnen en los cementerios portando velas para iluminar las lápidas. Durante la noche, se rezan oraciones y se entonan cánticos. En el cementerio San Teodoro, declarado Patrimonio Cultural de la Nación, las visitas guiadas permiten conocer más sobre la historia local. Además, en los alrededores se instalan ferias gastronómicas que ofrecen platos típicos de la región.
En Cajamarca, las familias preparan ofrendas con comidas, frutas, dulces y licores favoritos de los difuntos. Se cree que en la medianoche del 1 al 2 de noviembre las almas regresan a disfrutar de estos alimentos. Los panes tradicionales, llamados “bollos”, se moldean en diversas formas como niños, animales o figuras simbólicas. En algunos pueblos aún se realiza el bautizo de bollos, ceremonia en la que los compadres eligen un pan para “bautizarlo” en señal de amistad y respeto.
En Junín, se conserva la práctica ancestral del Tullupampay, donde las familias llevan cráneos de sus antepasados al cementerio de Chongos Bajo. Estos restos son cuidados durante el año y llevados a misa el Día de los Difuntos como parte de un ritual que mezcla creencias andinas y cristianas.
Rituales y homenajes en el altiplano y la costa norte
En Puno, las familias arman un altar llamado Tómbola, decorado con los alimentos preferidos del difunto, panes en forma de sol, luna o escalera, y un vaso con agua para aliviar la sed de las almas. En Yunguyo, las personas hacen volar cometas como símbolo de conexión entre el cielo y la tierra.
Lambayeque, se mantiene vivo el Sepelio Muchic, un ritual donde mujeres vestidas de negro expresan el luto mientras los hombres realizan la sepultura. Este acto refleja una antigua costumbre mochica que busca rendir homenaje a los difuntos a través del arte y la solemnidad.
En Huancavelica, especialmente en Lircay, se organizan concursos de Tanta Wawas y ferias gastronómicas con los platos típicos de la región, reforzando el sentido de comunidad y continuidad cultural.

