Cada mes de octubre, miles de peregrinos emprenden una larga caminata hacia Ayabaca para renovar su fe ante el Señor Cautivo. La travesía, marcada por el esfuerzo físico y la devoción, se ha convertido en una tradición que fortalece la identidad religiosa de la región. Entre cantos, oraciones y cruces cargadas al hombro, los fieles avanzan con el firme propósito de cumplir sus promesas y agradecer los favores recibidos.
Tradición religiosa que une a generaciones
La caminata de fe hacia Ayabaca inició el pasado viernes 3 de octubre, tras la misa de Acción de Gracias en el templo San Juan Bautista de Catacaos. Desde ese día, las columnas de devotos comenzaron su recorrido hacia la sierra piurana, hogar del Señor Cautivo. Para los fieles, cada paso representa una promesa cumplida o una plegaria por la salud, el trabajo o la unión familiar.
Esta manifestación de religiosidad popular ha sido transmitida de generación en generación. En ella, hombres y mujeres, vestidos con túnicas moradas y guiados por la fe, marchan bajo el intenso sol, superando el cansancio y las adversidades del camino.
El sacrificio como expresión de fe
El trayecto desde Catacaos hasta Ayabaca puede durar más de una semana. Muchos peregrinos prefieren avanzar durante las tardes y noches, cuando el calor disminuye, pero el esfuerzo sigue siendo constante. El terreno agreste y empinado pone a prueba la resistencia física, mientras que la motivación espiritual impulsa a continuar.
Los devotos saben que al llegar al santuario podrán orar ante el “Negrito lindo”, como llaman con afecto al Señor Cautivo. Allí, las súplicas y agradecimientos se renuevan en un ambiente de recogimiento y esperanza.

Fe y patrimonio cultural del norte del Perú
La devoción al Señor Cautivo forma parte del patrimonio religioso de Piura. No en vano, la Semana Santa de Catacaos fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación, reconocimiento que refuerza la importancia espiritual de esta tradición. Como expresó Monseñor Óscar Cantuarias Pastor, esta tierra representa “la reserva moral de la fe de la región”, un sentimiento que cada octubre se hace visible en la peregrinación hacia Ayabaca.