El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un retrovirus que afecta el sistema inmunológico. Cuando una persona se infecta, se convierte en portadora del virus, aunque no siempre presenta síntomas de inmediato. En esta etapa se le denomina seropositiva. El médico infectólogo César Guerrero estuvo en el programa Médico en Casa en donde abordó este tema.
A medida que el virus avanza, las defensas del organismo disminuyen. Si no se trata, puede progresar hasta convertirse en sida, que es la etapa más grave de la infección. En esta fase, el sistema inmunológico ya no puede defenderse contra ciertas enfermedades que en condiciones normales no causarían daño. Estas se denominan enfermedades oportunistas.
Por ejemplo, una persona con sida puede desarrollar toxoplasmosis cerebral, una infección causada por un parásito. Esta afección rara vez afecta a personas sanas, pero puede ser grave en pacientes inmunocomprometidos.
Principales vías de transmisión del VIH
La forma más común de contagio del VIH es la vía sexual. Según datos regionales, el 97 % de los casos diagnosticados corresponde a relaciones sexuales sin protección. Además, un 2 % de los casos se debe a la transmisión de madre a hijo durante el parto, en situaciones donde la gestante no recibió tratamiento oportuno. El 1 % restante ocurre por exposición directa a fluidos contaminados, como en accidentes con agujas.
Síntomas: ¿cómo identificar la infección por VIH?
Los síntomas del VIH varían según el momento en el que se encuentra la persona. Durante las primeras semanas después del contagio, es posible que no existan signos visibles. Sin embargo, algunas personas presentan fiebre, ganglios inflamados o malestar general, un cuadro conocido como síndrome retroviral agudo.
Este cuadro puede confundirse con otras enfermedades virales, como el dengue. Se han reportado casos en los que se sospechaba dengue prolongado, pero las pruebas confirmaron VIH.
Cuando la infección avanza y llega a la etapa de sida, los síntomas se vuelven más evidentes. El paciente puede presentar pérdida de peso, fiebre persistente, diarreas frecuentes y fatiga. Ante estos signos, se recomienda acudir a un centro de salud y solicitar una prueba de VIH.
Pruebas diagnósticas disponibles y cómo acceder a ellas
Existen dos tipos principales de pruebas: de tamizaje y confirmatorias. Las pruebas de tamizaje incluyen las pruebas rápidas, ampliamente disponibles en centros de salud. Estas permiten una detección inicial en pocos minutos.
También se utiliza la prueba ELISA, que requiere análisis en laboratorio. Sin embargo, esta no confirma por sí sola el diagnóstico. Cuando una prueba rápida o ELISA resulta positiva, se debe realizar una prueba confirmatoria como el Western Blot o la prueba IFE, gestionadas por el Ministerio de Salud.
Una vez confirmado el diagnóstico, el tratamiento debe iniciarse en un plazo no mayor a siete días. El sistema de salud ofrece tratamiento gratuito, con esquemas internacionales actualizados. Entre ellos se encuentra el uso de tenofovir, emtricitabina y dolutegravir, combinados en una sola pastilla diaria.
Conductas de riesgo, frecuencia de pruebas y profilaxis postexposición
Las personas con prácticas sexuales de riesgo deben realizarse pruebas de forma periódica. Por ejemplo, los hombres que tienen sexo con hombres o quienes tienen múltiples parejas sexuales deberían testearse cada tres a seis meses.
En cambio, personas con menor exposición pueden realizarse pruebas de forma anual. Si ocurre una situación de riesgo, como la ruptura de un preservativo, es fundamental solicitar atención inmediata.
En estos casos, se puede acceder a la profilaxis postexposición (PEP), un tratamiento de 28 días que reduce significativamente la posibilidad de infección si se inicia dentro de las primeras 72 horas.
Además, actualmente se emplean pruebas de cuarta generación, que detectan el virus en fases más tempranas. Estas combinan la detección de antígenos y anticuerpos, acortando el periodo de ventana a unas dos o tres semanas.
Prevención: medidas eficaces para reducir el contagio
La prevención sigue siendo la herramienta más eficaz. El uso correcto del preservativo reduce de forma significativa el riesgo de contagio. Es importante utilizarlo en todas las relaciones sexuales, sin excepción.
En mujeres gestantes, el control prenatal debe incluir pruebas de VIH. Al menos dos pruebas deben realizarse durante el embarazo. Si se detecta la infección a tiempo, se puede iniciar tratamiento que previene la transmisión al bebé.