Según cuenta la tradición, un indígena muy querido en el pueblo encontró un tronco pesado a orillas del río Chira, en el sitio conocido como Chocán. Al sentir curiosidad por el extraño madero, decidió descargar un hachazo sobre él. Para su sorpresa, brotó un líquido rojo que parecía sangre. Convencido de que se trataba de un milagro, compartió con entusiasmo lo ocurrido con los habitantes del lugar.
Inmediatamente, todos acudieron al sitio y trasladaron el tronco a una covacha cercana, esperando que Dios enviara a alguien capaz de tallar una imagen del Señor Crucificado. Poco después, apareció un forastero escultor. Los pobladores lo contrataron para realizar la obra anhelada, y bajo la condición de trabajar en soledad, el artesano se encerró en una habitación. Durante días, nadie osó interrumpirlo, respetando su pedido de tranquilidad.
Cuando llegó el momento de ver la obra terminada, los habitantes entraron al cuarto pero no encontraron al escultor. En su lugar, descubrieron una impresionante imagen de Cristo crucificado. Su rostro moreno, lleno de dulzura y majestad, dejó atónitos a quienes la contemplaron. La noticia se extendió rápidamente por toda la región, y pronto las personas comenzaron a llegar para admirarla. Conmovidos, construyeron una pequeña capilla de barro y paja donde empezaron a rendirle culto.
El traslado a Querecotillo y la consolidación de la devoción
En 1700, según registros históricos, se estableció la romería al Cristo de la Buena Muerte en Chocán, organizada por un indígena oriundo de Ayabaca. Este evento invitaba a los colonos de la hacienda Huangalá y otros lugares del Valle de Chira a contribuir con limosnas para las festividades que tenían lugar en octubre y durante la Navidad. Sin embargo, las autoridades de Querecotillo, junto con el sacerdote, visitaron el caserío de Chocán y quedaron maravillados por la belleza de la imagen. Consideraron inapropiado que una escultura tan preciosa permaneciera en un lugar tan aislado, por lo que ordenaron su traslado.
El intento inicial fracasó debido al peso inexplicable de la imagen, pero finalmente lograron llevarla a Querecotillo después de años de intentos fallidos. Según la leyenda, cada vez que se intentaba mover la imagen, esta regresaba milagrosamente a su capilla original. Solo después de un incendio en el lugar —atribuido a las autoridades locales— se logró el traslado definitivo.
Una vez en Querecotillo, la imagen pasó a ser venerada en la Iglesia San Francisco Javier, donde las celebraciones adquirieron gran pompa. Las festividades se organizaron en dos fechas: el 25 de diciembre y el 2 de febrero. Posteriormente, la festividad de octubre se cambió al 2 de febrero, coincidiendo con un milagro atribuido a la imagen. Ese día, mientras la procesión avanzaba bajo una fuerte lluvia, los fieles atribuyeron el fenómeno a las plegarias por mejores cosechas en el valle del Chira.
Finalmente, una señora Castillo, dueña de la hacienda Somate, mandó a construir una capilla en honor al Señor de Chocán en el mismo lugar donde todo comenzó, perpetuando así la memoria de este extraordinario legado.