Gustavo Adrián Cerati Clark, hijo ilustre de la ciudad autónoma de Buenos Aires, en Argentina, murió un día como hoy, pero su ida significó el renacer del rock hispanoamericano. Toda Argentina, Latinoamérica y el mundo sigue disfrutando, ahora más que nunca, del extenso material discográfico que tiene en su legado.
Después de su historia con Soda Stereo, desde 1982 hasta 1997, se sumergió en la labor de solista, con lo que colmó hasta la saciedad a sus seguidores y fanáticos, con música experimental, adelantándose a su época. Muchos no imaginan los sabores y los lugares que se pueden experimentar y pensar con la música de la legendaria Soda, o con las extravagancias mágicas de sus álbumes como solista.
El fallecimiento de Gustavo Cerati sigue moviendo masas -con shows de homenajes, y hasta circos con la temática sodera-, tal y como lo hizo junto a Zeta y Charlie, con Soda Stereo, quienes llegaron a dejar pueblos y ciudades enteras, casi desoladas, en giras y conciertos (no es una exageración).
Tanto así, que el periodista Juan Morris, en “Cerati. La Biografía” (2015), da cuenta que, en una ocasión, cuando “viajaron al sur del Perú para tocar en Arequipa, en la puerta del hotel se encontraron a unos 300 fanáticos esperándolos, y en el show las chicas parecían enloquecer (…). Cuando volvieron a Lima, dieron una conferencia de prensa para cincuenta periodistas, y tocaron en el coliseo Amauta para veinte mil personas, la mayor cantidad de gente para la que habían tocado en toda su carrera” (pág. 110).
Gustavo seguirá viviendo en los que lo conocemos y en los que no, con esa “Fuerza Natural” de sus canciones, enseñándonos a vivir y a superar el dolor y los miedos, a través de su voz; y recordándonos que “siempre es hoy”.