Hace unos pocos días recibí un correo electrónico de mi mejor amigo de infancia, de adolescencia y juventud. Cuando le conocí yo tenía apenas 10 año y él 08. Él desde pequeño me nombró su “hermano”. Me presentó a su madre y hermanas, luego a su padre. Y desde esa fecha yo pasé a ser uno más en casa. Mi amigo “hermano” se llama Oscar Miguel Herrera Arámbulo. Hoy él es Coronel del Ejército peruano y es padre de 2 niños. Casado con una magnífica compañera de vida. Me escribió y me dijo: “Juan, hermano, ve como publiques esto. Los jóvenes de éste tiempo deben saber la verdad. Por aquellos días yo había escrito el artículo “El día que Sendero Luminoso me secuestró a mí y a mi familia”. Así que coincidimos en el tema. Espero el artículo escrito por Oscar les guste. Aquí va:
– ¡Tengo planes para hoy! ¿Vamos caminando a tomarnos un café? ¿Conozco un sitio ficho y además tiene wifi. Le vas o no?
– Vamos…y luego ¿puede ser el cine no?
– Juega bro
Estos privilegios de los que hoy podemos gozar, hace un tiempo, no los teníamos. Nos eran esquivos, prohibidos, vetados, porque a un grupo de inadaptados se le ocurrió que el comunismo, la lucha armada y el terror era la solución a los problemas que nuestro incipiente y hasta ahora endeble país padecía en la década de los 80.
El fanatismo es un exacerbante del espíritu. Es hermoso cuando te pones la camiseta de tu país antes de un encuentro deportivo y gritas, y reniegas, y lloras hasta más no poder. Pero es dañino, hiriente y nocivo cuando pretendes hacer prevalecer tus tendencias a cualquiera precio y dañas, maltratas, asesinas y devastas a quienes supuestamente dices defender. ¡Qué irónico! No entiendo a esos padres que acaban con la autoestima de sus hijos a través de una golpiza y luego pretenden justificar su maltrato con un "lo hago porque te quiero". La miseria y pobreza del alma hecha persona, ¡sí señor! ¡Miserables!
– ¿Que tal tu café? ¿Y la peli?
– ¡Todo buenazo! Café delicioso, revisé mi Facebook y además una excelente película. ¿Qué más puedo pedir? ¡Hay que repetirla!
La ingratitud y el desconocimiento son las nuevas "enfermedades" de nuestro país. Reconocemos a quien no debemos, perseguimos a los buenos, seguimos como ovejas a cualquier animal que tiene la posibilidad de hilvanar tres palabras seguidas y lo peor de todo, somos peruanos contra peruanos. ¡El peor enemigo de un peruano es otro peruano! ¡Déjalos, entre ellos se matan! Nunca más cierto.
Tuve una infancia feliz, muy feliz en un lugar mágico. Tengo una hermosa familia y grandes amigos, casi hermanos, que me ayudaron a ser lo que pobremente soy ahora. Su amistad y simpleza son los tesoros más preciados que guardo en mi corazón. Tuve el privilegio de jugar sin zapatos y sentir la calidez de mi tierra, trepé un árbol siguiendo el rastro de una lagartija, bailé una balada con la chica que me gustaba, crucé a nado el río de mi tierra, manejé a la perfección el trompo y la horqueta, canté en una noche oscura con una guitarra, vi a dos metros al genio Gustavo Cerati en su concierto en el coliseo Jerónimo Seminario y a David Summers de los Hombres G en el estadio Miguel Grau y fui feliz, re feliz. Hoy no sé si tú, querido amigo joven, puedas hacer siquiera la mitad de las cosas que a mi generación de "tíos" nos tocó vivir.
Pero, ¿pueden creer que todas estas cosas hermosas desaparecieron para siempre por causa de un grupo de impresentables e hipócritas renegados? Sí, fueron peruanos, como tú y como yo, los que nos arrancaron y trataron de extirpar de nuestras mentes los recuerdos más lindos de nuestras vidas a través del terror y la sangre. Fueron los que "en nombre de la gente pobre" mataron a diestra y siniestra a sus compatriotas, degollaron a sus amigos, explotaron sus escuelas, los privaron de energía eléctrica y de líneas telefónicas, hicieron del país un lugar lúgubre y triste, lleno de desconfianza y miedo, un lugar para no visitar jamás.
Después de la tormenta llega la calma, en cada historia triste siempre la esperanza es el bálsamo y emerge la figura del héroe, del salvador, aquel al que todos imploran en los momentos críticos y menosprecian en los tiempos de calma. Surgieron los que siempre lo han hecho cuando la patria ha estado desparramada, se hizo notoria la figura de las Fuerzas Armadas y la PNP, peruanos uniformados, nacidos del pueblo para defender al pueblo, los que dejando a sus familias fueron a defender a familias que nunca vieron en su vida pero que las sentían como suya, peruanos que fueron a cumplir con su deber sagrado y nunca más regresaron a sus hogares, peruanos que hoy, tú, querido amigo joven, sin siquiera conocerlos, desprecias y despotricas contra ellos sin saber por qué, levantas tu puño en señal de una protesta que no tiene asidero alguno y pretendes seguir una ideología caduca que sólo ha traído pobreza para el pueblo y riqueza para los cabecillas que la predican.
Alguna vez escuché a mi padre decir que LA GRATITUD ES LA MEMORIA DEL CORAZÓN y eso es lo que trato de inculcar a mis hijos. Nunca vas a llegar a amar lo que no conoces y si la historia de tu pueblo, de tu familia, es una de ellas, estás condenado a repetirla. No dejemos que la ignorancia y su osadía invadan nuestra mente y nuestro corazón, seamos agradecidos con los que lucharon y ofrendaron su vida ayer para que hoy podamos salir a tomar un café y ver una película con la gente que amamos, ¡Ah! ¡y además chequear el Facebook pues!