El mar se tiñe de sangre por la muerte de las ballenas. Foto: Azteca America

La caza de las ballenas piloto en las islas Feroe, es una polémica tradición que el gobierno de este archipiélago danés defiende.

Ubicadas en el mar del norte entre Escocia, Islandia y Noruega, estas islas pertenecen al reino de Dinamarca, aunque gozan de autogestión.

Los habitantes de estas islas llevan siglos practicando la caza de las ballenas piloto en los fiordos, una práctica indignante para las oenegés de defensa de los animales, pero que el ministro local de la Pesca defiende como “ecológica”.

Cada verano, los feroeses empujan a las ballenas piloto (o calderones) que pasan frente a sus costas hacia ensenadas donde las matan con armas blancas, tiñendo el agua de sangre, antes de distribuir la carne entre la población local.

A pesar de la polémica que genera la caza de ballenas, el llamado “grindadráp”, el ministro Høgni Hoydal asegura que ésta es necesaria para la economía y la vida de los feroeses.

“Basamos toda nuestra existencia y también nuestro Estado de bienestar moderno y abierto al mundo en la explotación de los recursos marinos vivos“, de los que la ballena piloto forma parte desde hace más de 1.000 años, explica.

Frente a las críticas de los defensores de los animales, el ministro afirma que sus ciudadanos apenas cazan “cerca del 1% de la población total de las ballenas piloto en el Atlántico Norte”, lo cual convierte, según él, el “grindadráp” en el “ejemplo de explotación de los recursos marinos más ecológico, más sostenible y más controlado” posible.

Para Hoydal, la caza de calderones tiene además consecuencias positivas para el medioambiente.

“Si no explotáramos los calderones, tendríamos que importar ganado, ternera, pollo que se producen, en mi opinión, en las peores condiciones para los animales, de una forma industrial que no es viable, que engendra la contaminación de nuestro medio ambiente y lleva a la destrucción de casi todas las especies salvajes del mundo”, argumenta.

No te pierdas:

Más de mil venezolanos abandonaron Brasil tras sufrir actos violentos