Por Elvis Tuesta Cuadros, cónsul general adscrito
El 26 de octubre de 1998, el Perú y Ecuador cerraban en Brasilia el más largo y complejo período de sus relaciones, que tenía una historia de más de 150 años de desencuentros.
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Ese día, los presidentes Alberto Fujimori y Jamil Mahuad Witt suscribían el Acta Presidencial de Brasilia, documento en el que se comprometían a “dejar constancia formal de la conclusión definitiva de las diferencias que durante décadas han separado a sus dos países”.
La trascendencia de este acto quedó demostrada con la presencia de mandatarios de los países garantes del Protocolo de Paz, Amistad y Límites: Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Carlos S. Menem (Argentina), Eduardo Frei Ruiz-Tagle (Chile) y Thomas F. McLarty III (representante del presidente de EE. UU.).
Problema de demarcación
El Protocolo de Paz, Amistad y Límites, suscrito en Río de Janeiro el 29 de enero de 1942, fue un acuerdo que establecía la paz y los límites entre el Perú y Ecuador, buscando terminar con los problemas fronterizos que en 1941 habían alcanzado dimensión bélica y que se explicaban por la ausencia de un tratado bilateral de límites.
No obstante ese instrumento, la demarcación se suspendió en la región de la cordillera del Cóndor, en 1943, por diferencias manifestadas por la Comisión Demarcadora Ecuatoriana.
Para superar este impasse, se recurrió al Arbitraje del capitán de mar y guerra Braz Dias de Aguiar, cuyo fallo, de 1945, confirmó lo establecido por el Protocolo de Río de Janeiro, es decir, el divortium acuarium entre los ríos Zamora y Santiago, como sostenía la posición peruana.
Esta ausencia de demarcación en la región de la cordillera del Cóndor generó enfrentamientos militares focalizados que alcanzaron dimensiones considerables en 1981, 1991 y 1995; este último fue el más intenso, tanto por la movilización de tropas como por el uso de importante equipamiento militar y la lamentable pérdida de un número significativo de vidas.
En búsqueda de una alternativa de paz, el 17 de febrero de 1995, se firma la Declaración de Paz de Itamaraty, en Brasil, en donde el Perú y Ecuador confirman el “cese de hostilidades”.
Se acepta el envío de la Misión de Observadores Militares Ecuador-Perú (MOMEP) por los países garantes y, entre otros puntos, acuerdan iniciar conversaciones para “encontrar una solución a los impasses subsistentes”, que desembocaría en el Acta Presidencial de Brasilia de octubre de ese año.
Acta de Brasilia
Llegar a la suscripción del Acta de Brasilia fue producto de un arduo trabajo y se fundó en el consenso de ambos países y de los garantes respecto a la necesidad de asegurar la paz impulsando el desarrollo del Perú y Ecuador.
Por ello, el acta incluyó varios instrumentos que buscaban “aterrizar” distintos aspectos de la relación que fueron surgiendo de forma natural al analizar las diversas posibilidades de integración.
Del mismo modo, a fin de asegurar su más pronta implementación, se dejó en claro el compromiso de impulsar la aprobación del acta y sus acuerdos complementarios por los congresos de ambos países.
Entre los puntos contemplados se encuentra el Acuerdo Amplio Peruano-Ecuatoriano de Integración Fronteriza, Desarrollo y Vecindad, un instrumento extenso que buscó abarcar los aspectos más dinámicos e importantes de la relación fronteriza, tales como la vecindad, el tránsito de personas, vehículos, embarcaciones y aeronaves o los comités de frontera o la Comisión de Vecindad para el seguimiento de la relación de vecindad, el libre comercio fronterizo, la interconexión eléctrica, entre otros temas.
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