Ayer necesitaba cambiar un enchufe de un artefacto de mi casa. En una tienda electrónica un amable sujeto vestido con jeans y camiseta me atendió. Se trataba de un chico trans, su transformación externa era evidente y su identidad de género masculina innegable. Sin embargo, en las típicas preguntas de comprador yo insistía en llamarle “señorita”. Pronto sentí su incomodidad y un seco “no tengo lo que busca” interrumpió la transacción comercial.
Cuál habrá sido la razón por la que la vendedora me trató de manera tan grosera, me preguntaba. Después de analizar las opciones caí en la cuenta de que quizá esa persona habría tomado como burla el haberle negado el derecho a que le llame por el género de su apariencia, en vez de empeñarme en llamarle por una identidad que no le representaba sin reconocer la valentía de ser quien siente ser, desde la profundidad de su alma.
Camino a casa ensayaba yo una reflexión sobre mi comportamiento, qué habría pasado en mi para no haberme comportado a la altura de la situación, yo que digo ser una persona en contra de todas las formas de discriminación. Acaso será que muy en el fondo hay un vestigio de machismo y misoginia en mi actuar.
Esbozaba la siguiente explicación: el machismo trata a lo femenino como sujeto (objeto) de dominación, carente de poder en contraposición de lo masculino como sujeto dominante y fuerte. Siguiendo esta lógica, y enfatizo el carácter hipotético, hay mayor resistencia para asignar un rol dominante a una mujer y resulta más cómodo asignar un rol femenino. Es por eso que es común mujerear a otro para indicar su inferioridad.
Dejando la hipótesis, la esencia de la situación está en el respeto a la diversidad de la sociedad. Esté o no de acuerdo, quiera o no, allá afuera hay ciudadanas y ciudadanos diferentes a uno y el respeto a esa diversidad ha de ser la base de una sociedad más justa.
Son muchas las personas que no se sienten identificadas con su identidad biológica y que llegan a sentir que han nacido en el cuerpo equivocado y es más común ver personas transexuales o transgénero que inician su reasignación y lo asumen abiertamente.
Los seres humanos percibimos interna e individualmente nuestra identidad de género, la cual podría o no corresponder a nuestro aparato reproductor. Una persona transgénero es aquella cuya condición de pertenencia es contraria a la de su sexo biológico y un individuo transexual, es aquel que inicia su adaptación identitaria y espera ser aceptado y que se le reconozca por su identidad de género.
En Bolivia como en Argentina y otros países de Sudamérica se aprobó una ley que acepta que las personas trans se identifiquen en su cédula de identidad con el género que ellas han elegido. Yo espero, que este amable vendedor lea mi artículo y acepte mis disculpas.