La última vez que Lidia celebró el Día de la Madre, fue en mayo de 1997, seis meses antes de la tragedia que cambiaría la vida de todos ellos.

El 24 de noviembre de ese año, Carlos Alberto Hernández, el hijo mayor de Lilia, médico y capitán de policía, desapareció, posiblemente por un secuestro.

Durante muchos años, la madre se montó en lanchas, carros o avionetas detrás de cualquier pista o dato que recibía sobre el paradero de su hijo.

Todo apuntaba a que había sido raptado por las FARC, pero eso nunca se pudo verificar. Agotada por los engaños, estafas y los muchos peligros corridos, la mujer encuentra alivio en un hábito diario que para ella es lo más importante de toda su jornada: enviarle mensajes a Carlos Alberto cada madrugada a través de un programa de radio.

Se levanta antes de que salga el sol, cuando el termómetro en Bogotá marca apenas unos pocos grados centígrados, llama por teléfono a la radioemisora y obtiene dos valiosos minutos al aire.

Ese es el tiempo que tiene para contarle a Carlos que ella se encuentra bien, que sus hermanos están sanos y que los dos hijos que dejó siendo niños pequeños ya son adultos.

Casi siempre termina diciéndole que vuelva pronto y que lo están esperando. Después le envía la bendición y cuelga el teléfono.

Un avión

Mientras conversa con BBC Mundo, a ratos Lilia Hernández llora y se le seca la garganta. Sucede cada vez que piensa en cómo se encuentra su hijo, si pasa frío, hambre o tiene alguna enfermedad, pero ella afirma y reafirma que está con vida.

“Todos los días imagino el momento en el que lo veré bajando de un avión, corriendo a abrazarnos. Yo no pierdo la fe”, dice la mujer.

Por un instante se le ve un esbozo de sonrisa, pero de inmediato se le quiebra la garganta, comienza a toser y tiene que tomar otro sorbo de agua.

La abuela y los hijos

Horas antes de conversar con este medio, en la madrugada, Lilia empezó el mensaje diario a su hijo diciendo “hola mi corazón lindo, ¿cómo amaneciste?”.

Después le contó que su sobrino, que desea conocerlo, cumplía 17 años ese día y que David sigue “juicioso estudiando”.

Su hermano

Germán Hernández (izquierda) es el segundo hijo de Lilia y fue quien más viajes hizo en busca de su hermano.

Sin embargo, la mujer reconoce que no todas las llamadas llevan buenas noticias y de inmediato recuerda cuando murió su madre, la abuela de Carlos.

“Él era su nieto favorito, prácticamente lo crió. Ambos se querían muchísimo. Se murió preguntando por Carlos: ‘¿Dónde está Carlos? ¿Ya llegó? ¿Por qué no ha venido?'”.

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