En el Cerro Casanas, en el distrito de Chulucanas, un fenómeno singular ha estado capturando la atención de lugareños y turistas por décadas: sus platillos misteriosos. Como es de esperarse, ya existen teorías que podrían dar origen a este fenómeno; desde personas que perforaban la tierra para usarla de batán hasta la intervención de extraterrestres.

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En Casanas existen cerros de piedra con perforaciones en forma de platillos. Fuente: Walac Noticias

“Si no escalas la montaña, jamás podrás disfrutar el paisaje”, decía el poeta chileno Pablo Neruda, señalando así que el esfuerzo puesto en la ruta es una cuota que todo viajero debe abonar.

La frase llega rápido a la cabeza cuando uno va a Casanas, un caserío de Chulucanas, distrito de la provincia de Morropón, Piura.

El pueblito no tiene más de 150 viviendas, pero cuenta con un atractivo natural que lo hace realmente único: cerros de piedra con perforaciones en forma de platillos que han sido talladas sobre las lomas.

Cómo llegar

Para ir de Piura a Chulucanas el transporte abunda, pero una vez que se llega al distrito son 40 minutos entre viñedos, platanales y acequias, los que alguna movilidad particular debe sortear para arribar a Casanas.

Las moradas de barro, dispersas y rudimentarias, las pistas de arena, las cabras y cerdos sueltos, y las señoras que desgranan maíz en sus puertas reciben a los ocasionales turistas.

Son tres los cerros que contienen, en conjunto, aproximadamente 150 hoyuelos de simetría perfecta y fino pulido.

Nadie sabe con exactitud la antigüedad de estas cavidades, ni siquiera José Cherres Moncada, quien fue teniente gobernador y es el poblador más longevo del caserío.

José Cherres Moncada, el poblador más longevo de Casanas. Fuente: Walac Noticias

Llegar a la cima de aquellos cerros demanda energía y buenos reflejos: la naturaleza ha hecho de las suyas, las enredaderas y plantas espinosas han crecido hasta dificultar el paso.

Pobladores

Entre los años 1957 y 1983, durante su mandato de seis periodos, José Cherres envió varias cartas a la prefectura, cartas en las que solicitaba inversión o mano de obra para que el terreno que resguarda estos misteriosos petroglifos sea mantenido y elevado a zona turística.

Los recuerdos de juventud no abandonan a José, él cuenta que en Semana Santa la gente solía ir a las laderas del cerro, pero no precisamente para rendir culto, sino para huaquear.

Durante la época incaica existieron pobladores a quienes llamaron “gentiles” porque carecían de alguna doctrina y religión, estos habitantes, al verse amenazados por los colonizadores, se enterraron junto con todas sus pertenencias.

El único rastro que dejaron fueron los utensilios de piedra, la mayoría en forma de tazones, el oro que jamás se perdió entre la tierra, y los platillos sobre las lomas que tanta curiosidad han causado.

Teorías

  • Se dice que fueron los gentiles quienes, con líquidos especiales, lograron perforar circularmente estos cerros y con la piedra sobrante realizaron los huacos.

Estos hoyuelos no estaban destinados para ofrendas, eran más bien perforaciones utilitarias: machacaban los granos y reservaban otros, molían los alimentos hasta triturarlos por completo, cumplían el papel de batanes y platos. De ahí que uno de los tres cerros se llame “Platillos”.

“Ese cerro tiene un poco de encanto”, cuenta José, “cuando sentía que le sacaban el oro que por años había estado enterrado, la tierra se removía y el huaquero tenía que salir rápidamente de ahí, sino quedaba sepultado”.

La gente ya está prevenida, por eso actualmente casi nadie se atreve a entrar o es al menos esa una excusa para ocultar la falta de costumbre por visitar el cerro que remonta a los pobladores a lo más hondo de sus orígenes.

  • Por otro lado, existe quienes atribuyen la formación de estos hoyuelos a los extraterrestres, como Nancy Villaseca Rivas, una pobladora cuya casa está al pie de “Platillos” y que, dada la perfección y simetría de los platos labrados en la piedra, duda que la intervención humana haya sido suficiente.

En lo que sí coincide con José es en que estos cerros tienen hechizo, ella cuenta que allí penan, “hay cosa mala que sale de noche”. Las formas de animales, al parecer, son las más usadas a la hora de darle un rostro a las leyendas que rodean el cerro, un gallo y un burro evocan, según los pobladores, el misticismo que envuelve el lugar.

Realidad

Hoy Casanas, pese a todo lo que puede ofrecer, es un pueblo que no pasa de tener un centro para inicial y otro para secundaria, una plazuela triste y sin espacios donde guarecerse del sol y una plataforma de arena cuyos límites son los algarrobos.

Es sorprendente la capacidad que los gentiles (o los extraterrestres) tuvieron para elaborar estas perforaciones. Pero es aún más sorprendente que estos cerros solo tengan visitas espontáneas.

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