Los ecos de los llantos de la pequeña Jailyn resonaron por las calles de Cleveland en la oscuridad de la noche, pero ninguna ayuda llegó para la menor. Su madre, Kristel Candelario, la abandonó en casa mientras se tomaba unas vacaciones de 10 días, dejandola a su suerte. Es así que en los últimos días, el juez de la ciudad la condenó a cadena perpetua.

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Las imágenes capturadas por la cámara del timbre de un vecino revelaron los desesperados gritos de la niña de 16 meses, continuos y desgarradores. Mientras su madre disfrutaba de su descanso en Puerto Rico. Estos, fueron días de horror para Jailyn, días de hambre, sed y abandono.

El 16 de junio del año pasado, Kristel Candelario regresó a casa y encontró a su hija muerta, habiendo estado ausente durante más de una semana. A pesar de sus ruegos en una llamada al 911, ya era demasiado tarde. Se encontró a Jailyn en condiciones desgarradoras: desnutrida, deshidratada y cubierta de excrementos.

Cadena perpetua: madre se declara culpable

Candelario se declaró culpable de homicidio agravado y poner en peligro a un niño, enfrentando un juicio que conmocionó a la comunidad y dejó a los investigadores estupefactos. En la sentencia del lunes 18 de marzo, la patóloga forense Elizabeth Mooney describió los últimos días de Jailyn como una agonía prolongada, un sufrimiento que nadie debería experimentar.

La condena fue severa: cadena perpetua. Los funcionarios judiciales, con lágrimas en los ojos, expresaron su conmoción por la brutalidad del caso. La sargento Teresa Gómez luchó por contener su emoción al describir la escena que encontraron los socorristas.

Kristel Candelario recibió la sentencia con resignación, pidiendo perdón y clamando por la comprensión de su situación. Sin embargo, el juez Brendan Sheehan no mostró piedad. Condenó a Candelario por el máximo acto de traición, por dejar a su hija indefensa y sola mientras ella disfrutaba de sus vacaciones.

El juez recordó a Candelario que el vínculo entre una madre y su hijo es sagrado, basado en amor y protección. Pero ella había traicionado ese vínculo, condenando a Jailyn a una muerte solitaria y cruel.

El detective T.J. Powell leyó un poema en memoria de Jailyn con voz temblorosa:

“Una vida joven que fue arrebatada en circunstancias desgarradoras. La justicia fue servida, pero nada puede devolver a Jailyn su vida perdida, su inocencia robada”.

Kristel Candelario enfrentará ahora el resto de sus días en prisión, una sentencia que refleja la gravedad de su crimen. Jailyn, sin embargo, vivirá para siempre en la memoria de aquellos que la amaron y en los corazones de quienes lucharon por ella hasta el final.

Su caso será recordado como un llamado a la justicia y un recordatorio de que ningún niño debería conocer nunca el sufrimiento que ella experimentó.

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