Efraín Rojas, junto al poeta Julio Carmona y dos integrantes de Tertulia cero.

En octubre del año pasado, el autor peruano Héctor Efraín Rojas publicó su poemario “Banderas de mar”. El pasado viernes, realizó la presentación de este libro en la Biblioteca Municipal de nuestra ciudad. Su nombre se debe a que el mar ha sido, y es, un elemento importante en su vida. Es su lugar, su refugio.

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Sinopsis

Este libro habla sobre la infancia del protagonista, época en la que es enrolado, no a un ejército, sino a un conservatorio de música en donde los niños, como forma de aprendizaje, debían soltar su libertad humana dentro de los elementos universales de la música.

Breve reseña

Autor: Bernardo Rafael Álvarez, escritor ancashino. (Resumen se su reseña)

Banderas de mar es un poemario que exuda frescor, vitalidad, optimismo. Sin embargo, eso no significa que Héctor Efraín sea ajeno a las emociones propias de experiencias que, a veces, pueden ocasionar desfallecimiento, pesimismo. Es humano, pues; como todos, con fortalezas y debilidades.

Resalto la innegable y bella musicalidad de los poemas. No solo hay referencia respecto de la música sino, sobre todo, está presente la sensualidad sonora de los poemas, un ritmo cadencioso, una melodía de almíbar. Es que Héctor Efraín sabe de música, sabe de poesía.

Eso es lo que hay en la poesía de Héctor Efraín Rojas. Música que, a pesar de las vicisitudes, otorga un aliento de vida, de alegría, de esperanza. Para eso es la poesía; no para hundirnos, no para destruirnos, sino para levantarnos y para ennoblecernos. En este libro hay buen ánimo o, como dicen los muchachos, “buena onda”.

Encontramos desenfado, no solo en la soltura de los poemas de Banderas de mar se pone de manifiesto tal cualidad o característica. También en el aspecto formal de la construcción del libro mismo. La primera parte contiene poemas –excepto algunos- nombrados como “Valsecillos”, a los cuales se les ha puesto un número.

Curiosamente, encontramos –por ejemplo- que el primer valsecillo tiene el número 15, al segundo se le ha asignado el 11, al penúltimo, el 83, y al final, el 71. Es que no tiene (nada obliga a ello) que estar en orden digamos correlativo; esto es poesía, no es matemática.

A través de este poemario verán que no todo se ha perdido en este mundo, que aún hay esperanza. Bécquer, en una de sus rimas decía que mientras haya primavera y esperanza, habrá poesía. Yo -al contrario- digo lo siguiente: mientras haya poesía, habrá primavera, habrá esperanza.

¡Viva Piura y Ayacucho! ¡Viva la poesía!

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