A la edad de 6 años, los niños ya quieren ver cómo se castiga a quienes se comportan mal incluso si tienen que pagar por ello. No sólo eso, sino que también disfrutan al observar la aplicación del castigo.
Esta es la conclusión a la que llegó un equipo internacional de investigadores del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebros Humanos en Leipzig, Alemania, que llevó a cabo un experimento a fin de determinar en qué momento surge el sentido de justicia.
Nikolaus Steinbeis, coautor del estudio publicado en la revista Nature Human Behaviour, y sus colegas presentaron un espectáculo de marionetas a un grupo de 72 niños de entre 4 y 6 años.
Una de las marionetas compartía juguetes con los niños, mientras que otra se burlaba y se los quitaba.
Más tarde, un tercer personaje entraba en acción y aporreaba indistintamente a uno u a otro y finalmente la cortina se cerraba.
Los niños no podían ver lo que estaba ocurriendo detrás del telón, pero sí escuchar que la golpiza continuaba.
Si querían seguir viendo lo que pasaba, debían pagar con pegatinas (algo que los niños valoran mucho pues se les suelen dar como recompensa por comportarse bien).
Lo que los científicos observaron fue que los niños de 6 años estaban dispuestos a invertir el doble de pegatinas para continuar viendo cómo castigaban a la marioneta "mala" en comparación con la marioneta "buena".
Además, sus expresiones faciales mostraban satisfacción cuando el malo era quien recibía el castigo.
Esto, señalan, muestra que a partir de esa edad son capaces de sacrificar algo que valoran para ver que se cumpla un acto de justicia.
En cambio, los niños de 4 o 5 años no mostraron ningún deseo de venganza.
"El estudio muestra que los niños tienen una motivación para ver la ejecución de un castigo merecido", le dijo Steinbeis a la revista New Scientist.
Deseo de justicia compartido
Los investigadores también evaluaron la reacción ante una situación similar en nuestros parientes más cercanos, los chimpancés.
En este caso, la escena se componía de dos personas de las cuales una compartía comida con ellos y la otra se las quitaba.
Luego aparecía un tercer individuo que castigaba a uno o a otro indistintamente.
Para continuar viendo la escena que se interrumpía con la interposición de una puerta pesada, los chimpancés debían hacer el esfuerzo de moverla.
Como ocurrió con los niños, los chimpancés estaban dispuestos a realizar un mayor esfuerzo para ver la aplicación del castigo sobre el individuo malo.
No obstante, la expresión de los animales no reveló signos de satisfacción, como en el caso de los niños.
Según los autores, el rasgo común es que tanto los chimpancés como los niños de 6 años tienen una motivación mayor para ver cómo se castiga a los individuos antisociales más que a los mejor adaptados.
Por otra parte, el estudio apoya la evidencia de que el sexto año es un momento importante en el desarrollo cognitivo y emocional, en que los niños se muestran dispuestos a sacrificar sus propios recursos en beneficio de la justicia.
El hecho de que los chimpancés compartan con los humanos esta motivación, señalan los investigadores, indica que esta conducta que apunta a mantener la cooperación tiene un origen evolutivo.