Del latín de los mozárabes vienen trapiche o molino y tina o recipiente. Como el cultivo se inició en las Islas Canarias; que habían sido pobladas por gentes de las provincias occidentales de España; el ámbito del azúcar ha conservado también muchos términos leoneses o extremeños, usuales también en Huelva y compartidos con el portugués.
Son palabras como “almácigo”, “bagazo”, “estancia”, “horcones”, “ramadas”… que siguen plenamente vigentes en el habla local, y se aplicaron luego a otros cultivos como el arroz o el algodón. Una de estas palabras es este término canario que nombra zonas arenosas que afloran cuando baja la marea, pero que en el Perú se aplica a las dunas o arenales.
Médano podría provenir del árabe “maidan”, ‘esplanada’. Óscar Coello lo señala entre otros arabismos comunes en las hablas norperuanas (almácigo, alferecía…). Antonio de Ulloa lo explica como “monte de arena” al describir la costa norte del Perú en el relato de su Viaje a la América meridional (1748). Pasó de designar un llano a nombrar los montículos que forma el viento, cuya arena limpia y salada utilizaban los antiguos para guardar alimentos.
Corominas lo vinculaba con un término celta semejante a meta (en latín, ‘mojón’), que habría designado el montón de piedras o arena utilizado como frontera. En cualquier caso no se difundió sino en Canarias, donde a fines del siglo XV comenzó el cultivo de la caña traída de la India por comerciantes genoveses que se establecieron en Tenerife.
Muchos canarios vinieron al Perú. Gonzalo Pizarro le cortó la cabeza a Lorenzo Mejía “yerno del conde de la Gomera”, porque intentó pasarse al bando de Pizarro. También muy pronto trajeron plantones de caña al Perú. Hacia 1560; dice el profesor Jorge Pável Elías, ya se exportaba azúcar desde el puerto de Paita y el cronista Pero López (1540-1570) señala que en Piura existían ya para entonces “muchos ingenios de azúcar”.