Cuando era un niño salesiano, nos contaban y leíamos en el Colegio Salesiano de Piura de aquellos años 70 la Vida de Juan Bosco. Me impactaba toda la historia de su vida.

Y una de las partes más increíbles que más me dejaba atónito era aquella en la que “Don Bosco” le dejaba notas debajo de los pies de la Madre del Cielo.

Le enviaba cartas y le pedía que le ayude económicamente por alguna necesidad. Había que pagar el alquiler del local en el que estaban los niños y los echarían de ese lugar si es que no llegaba ayuda. Y el día del desalojo llegaba el dinero en un sobre cerrado, con una nota pequeña en la que llegaba un poco más de la cantidad solicitada.

Hace unos años volví a ver la escena en una película de Juan Pablo I, el gran Papa Albino Luciani. No negaré que siempre me parecía no solo increíble, sino que estaba lleno de fantasía.

Siempre en mis adentros me decía: “Seguro que sí, pero, ¿será?”.
En Agosto del año 2014, sí, hace año y medio, Dios quiso envolverme una vez más de esa magia increíble. De ese Poder inmenso que muchas veces ya antes lo ha hecho. Pero esta vez quería responder a esa inquietud mía. Y vaya que sí lo hizo.

Habíamos pasado todo Agosto del 2014 y no llegaba ni un sol a la Oficina. Nadie se acercaba a cancelar los honorarios del suscrito. Llamaba y nadie me contestaba el celular. Enviaba mensajes, pero nadie pagaba. Ni un sol. Nada de nada. Había terminado ya Agosto y ya estábamos en Septiembre. Y nada. Nadie se acercaba. Nadie contestaba.

En la Oficina ya estábamos preocupados. Los chicos sin sueldo. Yo sin un real en el bolsillo. No había ni para pagar los servicios básicos: agua, luz, internet, teléfono, etc. Y ya habíamos llegado al 17. Pues sucedió lo inevitable. Nos cortaron los celulares. Nos cortaron el internet, el teléfono. Y llegaron ya a cortar la luz.

Durante toda la última semana me eché a orar como loco. Le pedía al Señor que no lo haga por mí, sino por los chicos. Hay que pagarles, me repetía. El día 17 de Setiembre llegaron a cortar la Luz. Hablé con los operarios que cortan la luz. Que nos dieran 24 horas.

Entré a casa y estaba dispuesto a salir a hacer un préstamo. Me rendí. Miré al Señor Jesús y le dije por dentro: “Pues no me oíste Señor”. En la Oficina había un rotundo silencio. De pronto era el medio día. Y oí que afuera una voz dijo: ¿Se encuentra el Dr. Juan Mejía Seminario?. Si, le respondió Manuel. ¿De parte de quien?. El hombre al que nunca vi le dijo: Entréguele esto y dígale que luego le llamo. Mi hijo le dijo: pero el Dr. está aquí, le llamo, aquí está, le volvió a decir. “No”, respondió. “Le llamo más tarde”.

Manuel entró y me dijo : Te han dejado este sobre. ¿Nada más? Le dije. Sí, nada más. ¿Quién lo dejó?. Un señor. Dice que más tarde te llama, dijo Manuel. Abrí el sobre, un poco preocupado. Y dejé caer su contenido. Habían S/.2 mil 800 soles en billetes azules perfectamente ordenados. Y una nota que decía: “Dr. luego le llamo. Ahí le dejo algo de lo que le debo. Saludos”. Y al final firmaba con una “J”.

Sí, se lo que piensan con lo de la firma. Lo firmaba con una “J”. ¿Quién no puede pensar lo que todos están pensando?. Me senté de un solo golpe. Me quedé atónito. Volvía a contar el dinero. Inmediatamente les pagué a los chicos. Salí a pagar los servicios. A partir de ahí empezaron a llegar en cantidad a pagarme los clientes ausentes. Sin llamarlos si quiera. En silencio fui a agradecerle a Jesús. Y en el templo le miraba y le decía: “Te pasaste. Me querías tapar la boca gracioso. Querías que viva lo mismo que los Santos …¿Verdad?. Querías que sepa que era verdad aquello que siempre me pareció que no”.

Ese día, era como una Navidad a los 4 años de edad. O como el día de mi Primera Comunión. Ese día sentí que tú, tú, Jesús, Dios Hijo, me habías enviado en un sobre cerrado el dinero. Cada día que pasa estoy seguro. Pues nunca me llamó nadie. Nunca me fue a ver nadie para atribuirse ese dinero. Nadie. Tengo las pruebas de esta historia. Las guardé. Tengo el Sobre y la Nota. Lógicamente el dinero lo gasté. Cada vez que recuerdo que en mi poder tengo un Sobre de Dios. Y que conozco la letra de Jesús, Dios Hijo, me conmuevo y me lleno de luz. Ni más ni menos.