Estas lluvias han dejado a Piura calata y se ha puesto al descubierto de lo que realmente están hechas las pistas de la ciudad; arena y un poquito de asfalto que fue enjuagado por los aguaceros hasta hacerlo desaparecer. La ciudad no ha sido hecha pensando en que somos una región que recibe lluvias y los responsables de construirlas, no pensaron que todo se llega a saber. Ahí está la pista de la Gulman, como emblemático ejemplo de engaño y mala obra.

Ahora, ya no hay camino firme en la ciudad. Sino sendas como culebras con gibas y huecos repletos de lodo, lagunas de agua de desagüe y charcos peligrosos. Andar sobre estos caminos es entrar en un macabro juego que puede terminar en un accidente. El lodo amontonado, hace patinar las llantas de los vehículos y desviar los timones de las motocicletas.

¡Ay mamita, un charco nuevo!, escuché decir a una señorita que manejaba su motocicleta en estas mañanas post lluvia. El temor está en que, hay tantos huecos repletos de agua, que uno no logra descubrir cuan profundo son, ni lo que hay en su interior sino hasta que el vehículo cae pesadamente en él haciendo que los amortiguadores crujan y los aros de las llantas se rajen al golpear contra las piedras.

He visto hacer filas a los vehículos a la espera quien se lanza primero para seguirle la ruta o desviar por otro lado. Lo que causa congestión en las calles y atascos por todos lados.

Este martirio desaparece, cuando llegas a la Av. Vice por el mall, un respiro, una breve ilusión de pista bien hecha, que se desvanece al llegar a la Sánchez Cerro o a su extremo en la avenida Cáceres. ¿Cuanto tendremos que esperar para que se haga una Piura nueva?,  con pistas bien hechas, con cunetas para las aguas y todo la batería de accesorios necesarios para que resistan las lluvias. Mientras, yo quiero vivir en la Vice.