Por: Juan Carlos Mejía Seminario

Alguna vez alguien inventó la frase “Yo soy leal a la Institución y no a personas”. Cuando usted haya oído o leído esa frase en boca de alguien, es porque está ante un latente traidor que piensa ejecutar algún golpe de Estado.

Empezaremos diciendo que se trata de una falsa dicotomía. No hay enfrentamiento posible entre ambos conceptos. Su relación es directa. Es la relación propia de género a especie. Lo graficaremos con un ejemplo: Si cayera una bomba de hidrógeno en un país completo y murieran todos los habitantes quedarían de pie todas “las instituciones”. Quedaría la historia. Con un detalle. Al no haber habitantes ya, pues nadie honraría a nadie. En realidad la Institución está compuesta por personas. La Institución para que tenga historia, esta debe ser hecha por personas concretas. Para que los “institucionalistas” amen su institución y la defiendan  han debido seguir y defender a las personas que las representaban o enarbolaban.

Cuando el llamado “institucionalista” dice que él piensa en la institución en realidad piensa en sí mismo. Explicaremos ahora el fondo antropológico del asunto.

De hecho, el hombre, el ser humano no es solo una persona individual también es una persona social. Con la aparición del socialismo real y del fascismo en el siglo XX los movimientos políticos adoptaron la idea peregrina de sacrificar en forma absoluta la individualidad natural en el ser humano en beneficio de la colectividad política. Creo que el Siglo XXI corrige aceleradamente  ese error conceptual antropólogico. De pronto los partidos políticos están descubriendo aceleradamente que no todos los tipos tienen la misma capacidad para conducir un colectivo. Ni liderazgo ni conocimientos. Digamos que en el siglo XX dominó la idea que todos los seres humanos podían ser tan genios como Chopin o como Mozart. Y que la música creada por ellos era de “todos”. Pero vamos, no nos engañemos. Si bien Mozart, Chopin, Einstein son parte de la humanidad y son dignos representantes de nuestra especie, NO TODOS tienen sus dones o atributos. La individualidad no está divorciada de la “socialidad”. Son parte integrante una de otra. Este paso decisorio, este concepto RENOVADOR debe permitirnos usar los conceptos Darwinianos de la Selección Natural. Es decir la Sociedad, los colectivos políticos no deben entregar la responsabilidad de las cosas a los más “pendejos” o “vivos” sino a los más capaces. Desterrar la envidia y potenciar a los verdaderos líderes y conductores. Las agrupaciones políticas deben no perseguir ni postergar al talentoso sino darle la fuerza para desempeñar el papel que le corresponde.

Ese “igualitarismo” perverso despedaza la institucionalidad. Ese sistema que persigue a sus mejores cuadros y no reconoce al líder por sus dotes institucionaliza la mediocridad y hace huir a los verdaderos líderes. Y cuando encuentren un líder con esas características no lo apedreen. En serio que es bien difícil que todos los días Dios mande un Haya de la Torre, un Luis Alberto Sánchez o un Alan García. Sí. Así les incomode a algunos que lo diga. Entendamos que no está divorciado la Individualidad de la Colectividad, son partes de un todo. Son complementarios. Partes de la Verdad. Ni  más ni menos.