Alyssia está diciembre en una habitación estéril pero, gracias a un robot que le permite mantener un vínculo con el mundo exterior, se siente "un poco" como en casa.

El robot Beam no tiene la apariencia de un aparato futurista, está compuesto simplemente de una base rodante, dos barras de metal que forman su torso y una cabeza en forma de pantalla. 

Pero su ventaja es su libertad de movimiento. Alyssia lo maneja a distancia y va a donde quiere a través de él. Puede cenar con su familia, estar con su hermana en su habitación o en el salón durante reuniones familiares. Todo eso, desde el hospital. 

La madre de Alyssia, Annick Plaza, afirmó: "No me gusta dejarla sola en el hospital, así que poder verla, incluso a través de este robot, me ayuda muchísimo".

Fue esta necesidad la que convenció a la Asociación filantrópica de padres de niños con leucemia (Appel) y al Instituto de Hematología y Oncología Pediátrica de Lyon (IHOPe), en Francia, sobre las virtudes de Beam. Desde hace un año y medio prueban seis de estos robots.

En el centro este de Francia, en la región Auvergne Rhône Alpes los utilizan en cambio desde hace cuatro años para ayudar a que niños que no pueden ir físicamente a la escuela pueden estar presentes en las aulas a través de estos robots. 

Es el caso de Lydie, una adolescente que sufre de asma agudo y que frente a sus repetidas ausencias, el equipo pedagógico de su instituto le propuso una alternativa hecha a su medida. 

En las mañanas está físicamente presente en el aula y en la tarde asiste a clase, desde su hogar, a través de Beam. Lo que le permite reducir significativamente sus crisis de asma y mantener buenos resultados escolares. "Era justamente lo que buscábamos, que no decaiga", señala su profesora de historia, Jocelyne Floquet.

A distancia, Lydie circula libremente en los pasillos de su colegio. Una cámara le permite ver los eventuales obstáculos en el suelo y hablar con sus compañeros. El robot Beam es "fácil de usar, no se necesita ser un genio en informática", explica la joven.

El único punto negativo es que "amplifica todos los sonidos, se escucha demasiado bien todo lo que la gente dice, incluso al fondo de la clase", dice Lydie. Al principio, hubo algunos problemas de conexión wifi, pero ahora el robot funciona con 4G.

Jean Noël Roget, el director del establecimiento, está totalmente convencido con el autómata. "Gracias a él, se mantienen en contacto con sus compañeros y no se quedan solos en casa. Es lo más importante, porque si el estudiante se siente de buen ánimo, irá mejor", estima Roget.

"Podríamos pensar que los robots deshumanizan pero con este es todo lo contrario: atrae la atención sobre jóvenes a veces aislados", agrega Sandrine Chaix, especialista de la discapacidad.

El experimento ha sido tan exitoso que la región decidió financiar la construcción de 60 robots, valorados en 6.000 euros la unidad. En los colegios de la región se contempla incluso utilizarlos en casos de agorafobia o fobias escolares.