Sra. Yiglioli y Anthony en Piura

Las crisis migratoria de venezolanos es bien conocida en el país. Nunca es sencillo abandonar tu hogar y menos hay niños de por medio. Según cifras de UNICEF, más de 80 mil niños y niñas y adolescentes venezolanos ingresaron al país, solo hasta setiembre. 

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Bajo el mismo techo

Adriham Tona tiene 9 años y hoy puede cobijarse en una habitación que la profesora Angelita le dio a él y a su papá Alfredo Tona, en Tumbes, cuando se enteró que cada día buscaban donde pasar la noche.

Recuerdo que Adriham ya estudiaba en el colegio. Habían conseguido vacante. No era de mi salón, pero en el recreo se me acercaba a conversar. A veces me contaba que la habían pasado mal el día anterior y cuando supe cómo vivían, pensé en que tenía un espacio que les podía ayudar”, cuenta Angelita García, docente de la I.E. Mariscal Ramón Castilla.

Desde mayo, Adriham y su papá viven en la casa de Angelita. Ahora el señor Alfredo, que cada día trabaja como cargador en el mercado, le ha dicho a la profesora que puede pagarle un alquiler.

Estas personas no vienen porque quieren. Salieron de su país, lo dejaron todo por una situación que a todos nos puede tocar. Lo hacen por sus hijos. Al que necesita hay que darle cobijo. Han tenido un año duro y nosotros, en cambio, creo que somos privilegiados”, expresa la docente.

Según la cuarta edición del monitoreo de flujo de migración venezolana realizada por UNICEF y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Tumbes se ha convertido en el destino del 2% de migrantes venezolanos que han ingresado en los últimos meses a Perú. Otro 3% señala ir a Piura y Arequipa, 8% a La Libertad y 65% espera llegar a Lima.

Foto: UNICEF

Más que un hospedaje

Carolina Velásquez es piurana y construyó hace unos años el hospedaje Maracaná en Trujillo para albergar a pacientes provincianos que, sin muchos recursos, tuvieran que atenderse en el Instituto Regional de Oftalmología. Cuando este año tocaron a su puerta los primeros venezolanos, solo pensó en las necesidades que tenían: comida y un lugar seguro. Le pidieron alquilar una habitación por mes a un precio módico y accedió. Luego llegaron más venezolanos que ocuparon los 12 cuartos.

A lo largo del año, Carolina alojó cerca de 50 migrantes, entre amigos, primos y tíos, quienes al reunirse con sus familiares han dejado el lugar para alquilar un departamento. Por ellos llegan otros a quienes la familia de Carolina sigue apoyando. “Nosotros los acogemos porque sabemos que nadie está libre de una situación así. Es duro dejar a la familia, amigos. Lo que nos cuentan, es difícil”, dice.

La familia conserva una carta que dejaron tres venezolanos luego de vivir 3 meses en el hospedaje, y donde expresan su gratitud hacia el Perú, agradecen el haber entendido sus etapas más críticas en las que aún con el retraso en el pago, nunca les pidieron retirarse y, por el contrario, les ayudaron con la comida.

Hasta pronto y que viva Perú. Gracias por convertirse en un hogar para muchos venezolanos que dejaron el suyo, aún en contra de su voluntad… Cuando nuestra querida patria mejore, los recibiremos con los brazos abiertos. Nuestras casas serán suyas y devolveremos cada trato cada gesto. Viva Perú”, se lee en la misiva.

En el hospedaje de Carolina, trabaja Jelitza García Gonzáles, una venezolana de 50 años. Ella ingresó en mayo a Perú para reencontrarse con su hijo Renato, quien había llegado meses antes. La orientación de Carolina fue fundamental en el tema escolar, tanto para Renato como para los primos de 5, 9 y 15 años, que también se reunieron en Trujillo, tras dejar su país.

Durante el 2018, Renato subsanó los cursos que no había llevado en Venezuela para convalidar el quinto de secundaria, y este año podrá iniciar la universidad. En el caso de sus primos, lograron ir a la escuela y continuarán sus estudios en inicial, primaria y secundaria.

El único trabajo que le pudo ofrecer Carolina a Jelitza, ante el pedido desesperado de Renato, fue limpiar la casa, y esto le abrió otras puertas. Ahora trabaja de lunes a sábado limpiando casas y oficinas. “No me da pena, lo necesito”, cuenta y hace una aclaración: “solo me estoy acostumbrando a las zapatillas en vez de los tacos”. En Venezuela trabajaba en el Ministerio de Cultura.

Jelitza habla de la familia de Carolina con profundo cariño, así como del país que la acoge.  “Siempre estaré agradecida a Perú, porque nos está dando una oportunidad. Los peruanos nos han tendido la mano, como la señora Carolina, su esposo Freddy y sus hijos. Los venezolanos no debemos esperar nada de Perú sino darle”, enfatiza.

Foto: UNICEF

Tranquilidad para las gestantes

En esta migración también se ha registrado el ingreso de madres gestantes. El Informe de UNICEF y la OIM señala que el 3% de mujeres que ingresaron los últimos meses, están embarazadas.

Yigliola Carrasco Monsalvo tiene 5 meses de embarazo. Desde que llegó a Piura hay mucha gente que la ayuda. Se siente tranquila porque el Seguro Integral de Salud (SIS) la está atendiendo y le da la seguridad de que su bebé, que nacerá en abril, estará bien.

Para tener una maternidad segura y saludable, cumple con sus controles prenatales en la posta del Asentamiento Humano San Pedro. Y de acuerdo con las recomendaciones del médico, cada mañana toma su ácido fólico y durante el almuerzo, el sulfato ferroso.

Yigliola no está sola, su madre es quien hasta ahora la acompaña a sus chequeos, pues la larga jornada de trabajo que cumple su esposo Franklin, coincide con la atención en salud.

Aún no tiene pensando el nombre que le pondrá a su bebé porque no sabe si será niña o niño. Solo confía en que nacerá sanito. Y hay algo que la alegra desde ya: “Tendré un hijo peruano”, afirma contenta.

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